1.2.11

La Montaña

El domingo nos acercamos a Cáceres para comer con nuestra hija y su novio. Un viaje rápido, como siempre, de ida y vuelta. Antes de regresar, no obstante, subimos a La Montaña. L. ni siquiera conocía el lugar. Uno hacia lo menos treinta años que no subía. Fue inevitable la comparación con "nuestro" Puerto. Los Valverde (de primero) concluimos que nos gusta menos. El paisaje circundante no tiene nada que ver con el monte de Valcorchero, por más que las vistas desde el sitio que ocupa la patrona cacereña sean más espectaculares cuando se observa la histórica y patrimonial ciudad en medio de aquella llanura solitaria e inmensa.
Tenía un jefe que siempre me afeaba que mis paseos placentinos no llevaran al Puerto. El buen cacereño, ironizaba, sube a La Montaña. A falta de río..., debí contestar en el mismo tono. Sí, uno es más de riberas. Por cierto, ayer comprobé que lo que escribe su hermano José Ramón, el periodista regional más autobiográfico, es verdad. Le vimos bajar por aquellas cuestas con aires tranquilos. Ensimismado, como cualquier paseante solitario. No vi a otros habituales del empinado camino de la ermita. Lama estaba en Madrid, así que subiría otras cuestas, como la de Moyano. Santos lo mismo se había escapado a Chiclana aprovechando el puente de Santo Tomás. Lo inesperado fue encontrarnos a mi hermano el chico en plena faena aeróbica. Le dejamos a punto de iniciar esa famosa rampa "rompe piernas" que hace las delicias de los esforzados caminantes capitalinos.
Con todo, si bonito es mirar desde arriba, nada como encontrarse, ya abajo, frente a frente, con la parte antigua de Cáceres desde la Ribera del Marco. Eso, ay, no admite comparación posible. Ni ironías baratas.