6.3.11

Corazón de piedra

Antonio María Flórez (Don Benito, 1959) es un poeta raro, siquiera sea porque al ser a la vez español y colombiano aúna con mayor facilidad en sus versos dos tradiciones poéticas que, en rigor, por aquello de que hablamos y escribimos en la misma lengua, deberían ser una sola. Su último libro, tras el premiado y dos veces editado (allá y aquí) Desplazados del paraíso, lleva por título Corazón de piedra y lo publica Littera Libros. Por recurrir al tópico, es tan breve como intenso. De "pequeño y denso" lo ha calificado el autor. La dedicatoria despeja desde el principio cualquier duda: "Para Javier Alberto Flórez". Sí, su hijo. Estamos ante una obra de carácter autobiográfico, que no confesional, con abundantes poemas dialogados, donde apenas se juega con ninguna ambigüedad. Quiero decir que el poeta va de frente y por derecho a lo que de verdad le importa: la historia de una relación complicada entre un padre, él, y su hijo. Ambos se encuentran en una encrucijada. "Frente a ellos", como en la cita de Corman McCarthy, "una gran desolación". A lo lejos, "una mujer se difumina en la bruma / y un niño se aferra a sus manos, crece". El paisaje es, sin duda, desolado: hay ruinas ("ruinas grises en vez de sueños"), cenizas ("Sobre la cenizas, / desolación", se titula el poema "Pincel"), melancolía, mucha melancolía. Padre e hijo están ahora en camino, "el viaje es muy largo" y el futuro del todo impreciso. El pasado "es un sueño". Por la ausencia del hijo, "Su infancia ya no es y nunca más será. / Sueña. / Lo que nunca fue. / Lo que nunca vendrá".
Se alude aquí a mentiras, a temores y, sobre todo, a la muerte. Una amenza permanente, que, precisamente, "no es ninguna mentira". Con todo, se atisba la esperanza: "tendrá sentido la vida", escribe Flórez. Y, a modo de conclusión: "Estoy aquí a tu lado. / Preparándote el fuego que deberás portar". / ¿Ese es mi destino? / ¡Ése!".
Para quienes, además de lectores, conocemos algo de la peripecia vital que se narra con versos en Corazón de piedra, éste es el libro inolvidable de un amigo que ha sabido arrancarle a la poesía su bendita porción de arte y de consuelo.