27.10.11

Surrealista

No me gusta calificar nada que en realidad, digamos, no lo sea con este famoso adjetivo. Y eso, claro, sólo tiene que ver con la literatura y algunos de sus alardes vanguardísticos. A pesar de todo, no encuentro otro modo de nombrar lo sucedido con el Premio de Poesía "Villa de Galisteo", recién resucitado merced al cambio político que tuvo lugar meses atrás en ese bonito pueblo amurallado. Verán, acepté volver a ser miembro del jurado porque lo fui en el pasado y porque su presidente, Eugenio Bueno, y Julián Domínguez, el secretario, son viejos amigos, maestros como yo. También conozco desde hace tiempo a su impulsor, David Martín. Hasta aquí todo normal. Lo surrealista empieza cuando leo en el periódico Hoy el siguiente titular: Javier Vega Barco gana el concurso de poesía 'Villa de Galisteo'. ¿Y quién ha tomado esa decisión?, me pregunto extrañado. No será el jurado del que, presuntamente, formaba parte. No, al menos, contando conmigo. Ante el silencio de los organizadores, hace unos días envié un sms al mencionado David Martín, que fue quien contactó conmigo, para decirle que no había ni un solo poema digno de premio entre los poquísimos que se habían presentado. ¿Estaba votando? ¿Y el accésit? ¿Y el acta? Qué pena me da haberme perdido "la larga deliberación". Me lo cuentan y no me lo creo. Sí, más naufragios en el mar de la mediocridad galardonística. Va tomando aspecto de temible tsunami.