15.12.11

Lengua de madera

He aquí un libro ideal para celebrar la festividad de San Juan de la Cruz, patrón de los poetas. Esta Antología de poesía breve en inglés, como reza el subtítulo, ha sido publicada en una nueva colección de La Isla de Siltolá (este editor no deja de sorprendernos): Nuevas traducciones, cuya directora es Ana Pérez Vega, y es una fiesta en sí misma.
Su traductor y artífice, Hilario Barrero, neoyorkino de Toledo (1946), que ha enseñado español en la Universidad de Princeton y en la actualidad es Profesor titular en BMCC (CUNY), estudioso de la obra de Félix Urabayen (del que la Editora Regional publicó en 2005 La última cigüeña, en edición de Simón Viola), diarista y poeta, la comenzó hace treinta años, a partir de un poema de Pound. Ahora ocupa más de trescientas páginas (hermosamente editadas, cabe precisar) y recorre cuatrocientos años de poesía en inglés, tanto inglesa como norteamericana. Lo único que une esos centenares de poemas, sí, es su brevedad, algo que la hace aún más eficiente, acercándola a esa intensidad, economía y concisión que siempre ha caracterizado la palabra poética.
No puedo anotar el nombre de todos los poetas incluidos. De unos se traduce un solo poema y de otros, varios. Me quedo con los de Emily Dickinson ("Di la verdad pero dila oblicuamente", por ejemplo), Yeats, Frost, W. C. Williams, Lawrence, Pound, Sassoon, Macleish, E. St. V. Millay, Parker, L. Hughes, Auden, Ewart, Gilbert, Bly, Oliver, Simic, Heaney, Kooser, Glück, Brown y Lux. Y hay muchos (y mucho) más.
Como curioso, señalaría el poema "Ya se van los pastores", de Dudley Fitts (1903-1968), que comienza: "Señora, todos los pastores se han ido / a Extremadura, llevándose las ovejas con ellos", y termina, seis versos más abajo: "Los pastores, Señora, se han ido a Extremadura, / hacia el este, hacia el amanecer".
Pocos libros ayudan más a la poesía que los de este tipo. Misceláneas que nos permiten, en su esencial variedad, captar esa riqueza múltiple que define lo poético, más allá de escuelas y tendencias reductoras. En efecto, esta antología es un asequible "catálogo de deslumbramientos" que no debería perderse ningún letraherido.

GRATITUD A LOS VIEJOS MAESTROS

Cuando caminamos o paseamos por el lago helado
ponemos los pies donde nunca han estado.
Andamos sobre lo no andado. Pero nos sentimos intranquilos.
¿Quién está ahí abajo sino nuestros viejos maestros?
El agua que en otro tiempo no podía resistir peso humano
-éramos estudiantes entonces- sostiene ahora nuestros pies,
y se extiende una milla más allá de nosotros.
Bajo nosotros los maestros, y alrededor la tranquilidad.

Robert Bly (1926)

Nota: Sin haberlo preparado, tres amigos hablan hoy, precisamente hoy, de la misma antología: José Luis García Martín, Elías Moro y Andrés Trapiello.