15.1.12

Versión Original, 200

Ayer se presentó en Cáceres el número 200 de la revista de cine Versión Original. El número que conmemora ese hecho feliz tiene 150 páginas y un montón de colaboraciones de escritores, críticos aficionados y cinéfilos en general que responden a una pregunta formulada por los editores, los hermanos Paco y Tinti Rebollo y Javier Remedio, impulsores de la fundación Re Bross (organizadora del Festival de Cine Solidario), acerca de la película favorita de tu vida, esa que te resulta inolvidable. Por eso han titulado la muestra: "Mi película".
Me he alegrado de ver entre los colaboradores a amigos que escriben, como Irene Sánchez, Miguel Ángel Lama, Álex Chico, José Antonio Zambrano, José Antonio Llera, Antonio Trinidad, Basilio Sánchez o Manuel Neila. También es muy ilustrativo comprobar qué película selecciona cada cual. Y leer a alguno de ellos (Basilio, Zambrano) "por extenso" y no como acostumbran. Uno, sin embargo, ha mantenido la pobre llama de la poesía publicando un poema, el único del volumen. Lo cuento en una nota que se publica con él: 
Este poema forma parte de uno de mis libros, A debida distancia (Madrid, Hiperión, 1993). Allí su título era “Elegía”, aunque llevaba años esperando la ocasión de ponerle el que debió llevar desde el principio: “Viaje a Italia”. Ésta ha llegado de la mano de V. O. Sí, cuando Paco Rebollo me pidió que colaborara en el extraordinario número 200 de la revista y que lo hiciera comentando “Mi película”, la de mi vida, tras la confusión inicial (¿cómo elegir sólo una?, ¿cuál?) enseguida pensé en este poema, en los modestos versos que escribí para intentar expresar el asombro que me produjo la visión de Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini, protagonizada por Ingrid Bergman y George Sanders, que aquí titularon, qué imaginación, Te querré siempre.
Como suele ocurrir con las cosas de verdad importantes, me topé con la película de improviso, cuando en televisión aún era posible encontrarse con joyas del cine, noche sí y noche también, sin tener que pagar por ello.
No es, claro está, la mejor película del mundo ni, a buen seguro, la mejor que uno haya visto, pero es una de las que forman parte de mi educación sentimental, donde lo cinematográfico es inevitable.
La obra de Rossellini aúna, entre otras muchas cosas, asuntos tan delicados como el amor y la poesía y, para colmo, tiene lugar en medio de un paisaje fascinante que Yolanda y yo habíamos visitado en un inolvidable viaje a Nápoles.