27.3.12

Antón Castro: en ruta

Menudean últimamente por aquí las referencias a Antón Castro, zaragozano nacido en Galicia, de la cosecha del 59, como su amigo Fernando Sanmartín, que le cita también en sus diarios. Asiduo de su blog, desconocía el resto de su obra (doy por hecho que es de los que escriben su bitácora en clave literaria). Aunque la carne sea triste, uno, que no es Mallarmé, está lejos de haber leído todos los libros. Una suerte. Por eso, nada mejor que empezar con la antología Versión original, publicada por La Isla de Siltolá en su colección Inklings. Se mezclan en ella los textos publicados y los inéditos y toma el título de un poema dedicado a Félix Romeo -otra presencia real, por mucho que odiara a Steiner- y a Lina Vila. Digo "poema" y casi debería empezar por ahí: "Cuántas veces me pregunto cómo se escribe un bello poema", se lee al principio de "La belleza". Más tarde, en el epílogo, alude a "prosa poética, poesía en verso y prosa, poesía narrativa, tentativas de esto y de aquello al calor del lenguaje". Sí, da igual cómo lo llamemos si, al fin y al cabo, se trata de poesía, lo mismo da en qué forma. Se ve que no sólo la ha buscado, sino que la ha encontrado y este libro es prueba de ello. Dividido en seis partes, empieza de aquella manera. Quiero decir que casi me rindo a las primeras de cambio ante una prosa -ésta sí- un tanto alambicada que recorre lugares maravillosos como Compostela, Jaca, Huesca, Albarracín o Zaragoza (estampa dedicada a Sanmartín), pero con aires que a uno se le antojan demasiado barrocos. Ese espejismo desaparece de golpe y para siempre en cuando atacas "Las cartas de mi padre", una figura central, por cierto, de este apasionante libro. Pronto entra en juego también el amor y las mujeres y el cuerpo, otro asunto de asuntos nuclear en la vida del escritor Antón Castro, dotado de una especial sensibilidad para abordarlo (a su blog remito). Y aparece la música, el cine (pura poesía en El río, de Jean Renoir), la fotografía y la pintura (de Rembrandt, pongo por caso, al que dedica un poema memorable). Y las pintoras, ay, y las actrices.
La IV parte es "El paseo en bicicleta", título del libro que publicó en Olifante en 2011. Bicicletas y ciclistas ruedan por ella y, de paso, Castro logra ganar etapas gloriosas, como "El pescador y su hijo" (con Ramón Acín detrás), "Torre del Abejar" (con el padre de nuevo al fondo, un hombre que merece una novela), "Barral" o "La Ciudad Nueva".
Lleno de dedicatorias y guiños cómplices y, se nota, de amistad a raudales, son dignos de destacar, en fin, "Sígueme", el poema que dedica a Mestre, "Vida de poeta" y "Autobiografía con niebla", acaso el mejor ejemplo para comprender de quién estamos hablando. De alguien, en todo caso, al que lo que más le gusta en el mundo es escribir, si pongo en primera persona lo que él coloca en tercera nada más abrir el libro.
Lo vuelvo a decir: de un puñado de escritores de Zaragoza ("soy de esta ciudad"), se va a seguir hablando mucho. De Antón Castro, no lo dudo.
(Nota: La fotografía es de Vicente Almazán.)