16.10.12

La poesía de Edward Thomas

© Emil Otto ('E.O.') 



















Hay poetas que uno no había leído pero que parecen tan familiares como los más frecuentados y queridos. Maestros que, de momento, uno no tiene más remedio que reconocer como propios. Es el caso de Edward Thomas (Lambeth, Londres, 1878 - Arras, Pas-de-Calais, 1917). 
Marià Manent incluyó un poema suyo, "Octubre", en esa joya que es La poesía Inglesa (José Janés Editor, 1958). José María Valverde le dedica una línea y traduce "And You, Helen" en su Historia de la Literatura Universal (Planeta, 1986, cuya autoría compartió con Martín de Riquer). En otras antologías de poesía inglesa que uno tiene en casa, faltan versos de este poeta rezagado (de "milagro tardío" califican su poesía) que murió en la Primera Guerra Mundial todavía joven y a destiempo, después de haber publicado no pocos libros en prosa, de haber ejercido la crítica y de haber escrito, en poco más de dos años, los últimos de su vida, todos sus poemas, más de 140, que no llegó a ver impresos.
Sí, Thomas ya se había cruzado en mi camino; sin embargo, sólo ahora, después de leer y releer su Poesía Completa (Pre-Textos), en edición de Gabriel Insausti, otro de esos benéficos traductores que permiten a los lectores españoles el conocimiento de la mejor lírica extranjera, se puede decir que sé quién es y, de paso, como decía, me atrevo a reconocerlo como uno de mis maestros. Por muchas razones. Por su defensa del campo y la Naturaleza, las casas, los molinos, los bosques y el paisaje (de South Country); por su devoción por el paseo; por su defensa de los topónimos; por la naturalidad (esa cosa, paradójicamente, tan artificiosa) de su lenguaje; por los temas que aborda (cotidianos, sustanciales, elocuentes) y por mil cosas más que uno interpreta, al apropiarse como lector de sus palabras, casi como particulares, lo que no significa -ni que estuviera tonto- que eso implique comparación alguna posible, siendo él, por añadidura, uno de los de verdad grandes de la muy grande poesía inglesa del XX.
Nadie debería asustarse a priori de Thomas. Al revés, su sencillez desarma. Si lo suyo no es poesía (Coetzee dixit), ¿qué lo es? Wordsworth, Hardy, Frost (su amigo), Larkin (que se refirió a él como "el padre de todos nosotros"), Auden, Hughes, Heaney, Brodsky, Walcott... son nombres que remiten a él. Precursores y seguidores. ¿Se puede estar en mejor compañía?
Por si sus poemas fueran poco, la ejemplar edición valenciana lleva al frente un exhaustivo estudio de Insausti (que sería pretencioso glosar aquí), una pormenorizada cronología y unas notas finales, que no estorban la lectura, donde se nos informa de todo lo que se quiera saber acerca de cada uno de los poemas.
¡Qué gozada de libro! ¡Qué alegría descubrir que la poesía nos sigue sorprendiendo y nunca cesa!

Nota: Aunque la desconozco, ha aparecido otra edición de la poesía completa de Thomas en la editorial Linteo, en traducción del poeta Ben Clark, lo que no deja de ser una feliz coincidencia. De ambas se ocupó aquí atrás, con la solvencia que le caracteriza, Jaime Siles en ABC.