12.3.13

Un poema de Nuno Júdice

Praça Giraldo, Évora, Portugal













PROVINCIA

En el centro de la plaza escuché la música blanca
del quiosco vacío, y un coro de pájaros, afinados
por el otoño, cantando la melancolía blanda de la
provincia. Una infancia antigua corría por entre
el empedrado, llevada por el viento; y las bolas de
billar golpeaban en las mesas del café en que los
viejos leían el periódico, en la página de anuncios,
en busca de viajes que nunca harían.

Todos los otoños están hechos de cosas banales,
se pegan a un sentimiento que no tiene nombre,
empujan el alma fuera del asfalto, ensuciándola
con el barro de las cunetas, llenan de niebla el
horizonte de los ojos, obligan al ser a descubrir
una forma para el tedio, como si no hubiera
nada más en su existencia, nos ponen en la
frente un viejo mapa de nubes deslustradas.

Sigo con el índice el rumbo de los ríos. En algún lugar
hay una salida de esta plaza; y es como si
el gesto que hago sobre el hilo azul, en el papel,
me llevase en su corriente hasta ese mar que
no tiene puertos ni barcos. Pero invento
templos en las columnas del quiosco; abro
hemisferios en las fachadas por pintar; oigo
temporales en los tejados que van a caerse.
Y al salir de la plaza, dejando atrás
el otoño, llevo conmigo los periódicos que los viejos
abandonaron después de recortar los anuncios.


Traducción de Martín López-Vega