Ya ha salido Obras, la poesía y prosa completas de Felipe Núñez (Plasencia, 1955). Publica la salmantina Editorial Delirio.
Sin el valor de acabar ni la fuerza de continuar.
Samuel Beckett
Releo estos viejos escritos míos y observo algo con disgusto y vergüenza: demasiado a menudo manifiestan incomodidad con su propia existencia. Amenazan una y otra vez con «el abandono y el borrado», y al respecto se interrogan enfáticamente sobre si resultaría más radical el uno o el otro. El simple abandono –afirman– es radical por cuanto no añade gesto. Pero el gesto del borrado, a cambio, es más drástico siempre que sea irreversible.
Pues bien, ni abandono ni borrado. Muy al contrario, estos viejos escritos vienen aquí a insistir y reincidir.
Busco excusas para tal contradicción y solo se me ocurre una, y no muy buena: paradójicamente, quizá fuera modestia y no alarde la reedición de estos escritos, un poco al estilo de Sem Tob de Carrión, quien alegaba que si teñía sus canas era para no engañar, esto es, para no mostrar, canoso, una falsa apariencia de juiciosa senectud. Paralelamente, si yo consiento y promuevo la presente reedición, es para evitar y evitarme el gesto altisonante de oponerme. Porque, releyendo, también advierto con pena cuánto abundo en tales gestos estridentes. Abunda en mis escritos el timpanismo y escasea la matidez, por usar una de esas metáforas médicas que tan caras me son. Ya no hay remedio.
En cuanto al nombre que reúne estos textos, Obras, debo su forma final al valioso consejo de Ada Calvo. El singular, Obra, parecía demasiado pretencioso. Obra lo es la cervantina, por ejemplo. Y en cuanto a la compleción o incompleción de tales Obras, también es prudente dejar el asunto indeciso.
Desde la distancia, si tuviera que emitir un juicio sumarísimo, diría, parafraseando a Bartleby: «preferiría no haberlo hecho».
Villamayor, 13 de abril de 2013