Cuadernos Hispanoamericanos afina aún más su cambio de imagen y logra que el lector se sienta definitivamente cómodo entre sus páginas. En la entrega que lleva el número 764, ahí es nada, publica un extenso ensayo de Eduardo Moga sobre la poesía y la vida de César González-Ruano, un escritor muy lejano sin duda a sus intereses (y que le ha acarreado una agria polémica con el editor y poeta Abelardo Linares); otro de Noemí Montetes sobre la presencia de Vallejo en Rosales; un diálogo entre Victoria Camps, Eduardo Mendoza y Víctor Gómez Pin; una entrevista de Carmen de Eusebio con Leonardo Padura; y artículos varios, como uno de Jesús Aguado sobre el último libro (premio Quimera) del citado Moga, otro de Julio César Galán sobre los pájaros en la obra de Rosillo y otro más sobre "la fe rebelde" de Bergamín a cargo del prolífico Mario Martín Gijón.
Precisamente del profesor de la Universidad de Extremadura hay un ensayo en el número 109, que tampoco está mal, de Clarín. Sobre "la idea comunista" en Alberti, Rejano y Herrera Petere. Además, textos la mar de interesantes como el dedicado por Javier Almuzara a la lírica griega arcaica y la vigencia de las ruinas, que incluye una breve antología de versos; una entrevista a José Avello, autor de dos novelas, viajero en Guinea, profesor y compañero de generación de Puértolas o Millás; un bonito poema de Trapiello, "Niño en un carro de heno", donde evoca su infancia leonesa; unos fragmentos, aforismos y anotaciones de Baquero Cruz que me han gustado especialmente; una aproximación al vallenato; un diario de viaje por Paraguay que firma Cristian David López; unas palabras del pintor Eugenio Benet sobre Juan Benet, a propósito de unas jornadas en Región, organizadas por la UNED, dedicadas a su señor padre; otras de Luis María Marina ofrecidas a Nuno Júdice, con motivo de un homenaje al poeta portugués por la concesión del Reina Sofía; y, cómo, el consiguiente puñado de reseñas habituales.
Mención aparte merece, a mi modo de leer, el "Taller diario" de Martín López-Vega, ya instalado en Iowa, donde vuelve a demostrar su capacidad de análisis, sus amplias erudiciones, sus interesantes descubrimientos poéticos, así como su capacidad para la ocurrencia y su razonada mala uva. Con el celebrado JRJ, pongo por caso, a quien, por mucho que lo intente, nos confiesa, no acaba de tragar. Si el de Moguer viviera... O si mi paisana, al hilo, se enterara... Muy divertido, sí. Y bromas aparte, tan ilustrativo y didáctico como siempre.