ALVARO GARCIA (EL PAÍS) |
"Suscribo que la poesía es un cobijo contra la tormenta ante la degeneración del país. Y la literatura, en general, puede tener un sentido terapéutico. Me refiero a la buena literatura, por supuesto. Respecto a la fuerza, no sé si en mi caso la resistencia es cuestión de fuerza o de suerte. Soy un hombre sin carácter. Es como si la vida me llevara. Y eso, a veces, me produce temor. Es como si tuviera un yo débil. Y para cualquier empresa, sobre todo espiritual, se necesita un yo fuerte. Siento mucha admiración de esas multitudes que muestran unos egos tan firmes.", le dice el poeta venezolano a Antonio Lucas en El Mundo.
“Uno no sabe por qué escribe lo que escribe, yo no sé qué ha sido para mí lo que la rana fue para Basho, lo que sé es que he ido perdiendo ¿cómo llamarlo? ¿exuberancia?. Bastante misterio hay en la vida cotidiana”, le dice a Javier Rodríguez Marcos en El País, y añade: “La poesía es todopoderosa e insignificante. Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje. La política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba ‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”.