El río de mis ojos (Antología Poética 1963-2013), de Ángel García López, con edición y prólogo de Tomás Rodríguez Reyes, epílogo de José Jurado Morales y un texto de contracubierta de Ángel L. Prieto de Paula, acaba de ser publicada por La Isla de Siltolá en su colección Arrecifes.
El poeta de Rota (1935), cuya obra poética (casi) completa cuidó su paisano, el también poeta Felipe Benítez Reyes, ha publicado mucho, ha obtenido muchos premios (tal vez demasiados) y, a pesar de eso, me da la impresión de que siempre ha estado en un segundo plano dentro del panorama de la poesía española contemporánea. Esta nueva antología de su obra viene, además de a reivindicar sus versos, a poner sobre la mesa una vieja cuestión, esa suerte de apartamiento (traída ya aquí cuando hablamos de su buen amigo Julio Mariscal), que afecta a tantos y tantos poetas, por ejemplo a los de su promoción, "el grupo poético del 60", donde estarían, entre otros, Félix Grande, Diego Jesús Jiménez, Hilario Tundidor o Antonio Hernández, que, así y todo, ha conseguido por su último libro el Premio de la Crítica y el Nacional.
Esta, vamos al libro, no es una miscelánea más. Tomás Rodríguez ha pretendido que sea una "exaltación del Sur" y para ello ha elegido concienzudamente los poemas, numerosos, que el roteño afincado en Madrid ha dedicado a su territorio natal (y no sólo: a todo el Sur, un mito que escribe con mayúsculas). En ese sentido, G. L. es "un desterrado" que nunca ha podido olvidar; que ha echado de menos, desde la distancia, la luz de su mar y de su infancia.
"Poeta virtuoso", lo denomina el editor, y artesano, este poeta solitario (como todos) ha escrito "poemas egóticos" (por usar el término de Luján Atienza que usa Rodríguez), esto es, desde el "yo". No en vano escribió en "Apuntes para una poética" (que se rescata íntegra, con gran acierto, en esta edición): "Convéncete del todo: en poesía lírica lo que no es autobiografía es sólo plagio".
Por su parte, José Jurado Morales, profesor de la Universidad de Cádiz (se nota), autor de un libro sobre la obra de G. L., recalca la importancia del lenguaje en su poesía y la necesidad de leerlo con la debida calma, "a paso lento". No, no son los suyos versos para "lectores acelerados".
Por fin, Prieto de Paula destaca, tras "más de cincuenta años de creación" y de atravesar "casi todas las estancias de la poesía", su "admirable maestría métrica, su honda sensibilidad y versatilidad retórica". Algo que comprobamos al pasar estas páginas llenas de amor, de memoria, de sol, de sal y de cuantos elementos constituyen una de las poéticas más genuinas de nuestra feraz y diversa poesía contemporánea.