8.12.14

ΠΡΟΛΟΓΟΙ

Mi primera colaboración en la revista griega Φρέαρ (Frear) está dedicada a los prólogos, que es, como saben quienes me leen, una reciente obsesión. Como quiera que el texto se ha publicado en la lengua de Seferis, copio a continuación lo que allí dice.

Prólogos, prólogos, prólogos

Ya se puede afirmar sin temor a posibles errores: es una moda. En España, aclaro. Me refiero a la de colocar delante de cualquier libro de poemas publicado un prólogo. Esto, dirán algunos lectores, no es una novedad. Cierto, respondo, pero era raro que se le pusiera un delantal a un libro nuevo. Sin más. Otra cosa es que la obra fuera la poesía completa o reunida de tal o cual autor, vivo o muerto, más o menos consagrado. O una edición crítica de un título que iba camino de convertirse en clásico, o eso creía el editor. O que se tratara de una antología donde se reunían poemas de un determinado autor, ya fuese en edición anotada -esto es, académica- o no. O, en fin, que estuviéramos ante un libro traducido a nuestro idioma desde otra lengua y, por tanto, resultara pertinente presentar al autor y a su obra y, por añadidura, explicar algunos detalles acerca de la versión en sí. Con seguir siendo eso casi siempre así, las cosas, insisto, han cambiado. En la actualidad, el 90% de los libros originales de poesía llevan prefacio y no entiende uno bien el porqué.
Ya se sabe, además, que esos introitos están hechos para saltárselos. A uno, por ejemplo, le estorban la mayor parte de las veces. Lo confieso. O prefiero leerlos al final, después de hacer mi propia lectura; por mala, sesgada o deficiente que sea.
Todavía cuando estamos ante libros de historia, de ensayo, incluso de narrativa… Sin embargo, poner puertas al campo a un libro de poemas se le antoja a uno el típico deporte de riesgo. Sí, porque no deja de ser la lectura anticipada de alguien que conoce esos versos y al poeta que los ha escrito. Un lector, añado, que casi siempre es amigo (quién si no se presta a tal embrollo), lo que no garantiza a la postre casi nada. Y no aludo sólo a los fáciles elogios, tan fuera de lugar.
Es verdad que en ocasiones, por contadas que éstas sean, esas palabras preliminares nos ayudan a discernir mejor lo que viene detrás; suponiendo, eso sí, que la poesía sea materia de comprensiones y entendimientos, algo que dudo. Por ejemplo cuando lo que tenemos entre manos, o vamos a tener, pertenece a la facción oscura, experimental o hermética (que Eduardo Moga me perdone). Se agradece en esos casos, y no poco, que alguien nos ponga en situación y nos ayuda a enfocar, siquiera en parte, esos versos, que por intelectuales, vanguardistas u opacos, el lector parece de antemano incapaz de vislumbrar. Complicada tarea.
Vuelvo al principio. Excepciones al margen, le incomoda a uno la moda de poner delante de los libros de versos inútiles o entrometidos preámbulos. En especial cuando lo único que se busca es una firma de autoridad o de prestigio que acredite a esa poesía y a su autor. Cuando todos sabemos, ay, que los poemas que no se defienden por sí solos poco lejos van.