19.1.15

Obligación

No sabe uno lo que durará este vivir apegado a la lectura de libros actuales. Si algo es necesario en poesía, lo que la diferencia de la narrativa, es releer, tanto libros contemporáneos, no precisamente del día, como clásicos. Éste, Obligación, de Francisco José Martínez Morán (Madrid, 1981) es de 2013 y lo publicó Polibea en su colección el levitador. Lo lee uno ahora y se alegra un montón por ello. Es un libro magnífico. De su autor he averiguado (y no por la escueta solapa) que es doctor en Literatura Comparada y que, de poesía, tiene en las librerías Variadas Posiciones del Amante (2006, Universidad Popular José Hierro, Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande) y Tras la puerta tapiada (2009, Premio de Poesía Hiperión). Libros, por cierto, con los que intentaré hacerme en cuanto pueda. Me da que lo merecen. Por poco que se parezcan a éste, al que delata un prólogo sagaz y erudito de Juan Antonio González Iglesias. Sí, ese aval no es cualquier cosa, al menos para este lector. Allí despliega el latinista salmantino toda su artillería crítica y nos presenta la obra con detalles del todo pertinentes que habrán de facilitar, sin duda, la lectura de cualquiera. Con todo, que me perdone mi admirado poeta, los poemas se imponen por encima de cualquier otra consideración. Es cierto que nos ayudan esas palabras previas en lo que atañe al latín (que tanto abunda en los títulos), y, siguiendo a Horacio (como hace González Iglesias), en lo referente a su música (aliteraciones, contrastes, paranomasias), a su arquitectura, a la imagen y al tacto, a todas esas artes que se unen en torno a la poesía, arte por excelencia porque las contiene a todas. Y avistamos a Kafka y a Góngora, a Lope y a Quevedo y, cómo no, a Virgilio, Catulo y Ovidio, además de a otros modernos como Ajmátova y Herbert. Y a Cirlot, que no se olvide, y uno añadiría a Martínez Mesanza o el propio prologuista o, es sólo una intuición, a María Victoria Atencia, a la que me han recordado estos poemas perfectamente compuestos, refinados y elegantes. Versos que participan de lo barroco y lo romántico ("Obligación es un libro barroco en sus formas y romántico en su hondura") en una poética "a contraluz". Y ya que hablo de luz, de deslumbrantes podrían calificarse. Por las ideas que recogen, por la concisión de sus maneras, por el ritmo -ora épico, ora sereno, ora clásico- que aportan, y, en suma, por la verdad, la bondad y la belleza que transmiten al lector. Poemas breves o muy breves que parecen cincelados, dignos de ser grabados en piedra, o que de ahí parecen surgir al ser leídos. 
Es imposible elegir. Si tuviera que hacerlo, para desmentir a D'Ors, citaría "Lisboa". O "Lenguaje". O cualquiera de la serie "Arquitectura" (una constante, otro fervor compartido). Pero qué decir de los versos que evocan a Amor, con mayúscula y sin determinantes. 
Ya sé que me repito y, sin embargo, cómo callar que libros así nos dan felicidad y hacen de la Poesía el eterno arte que es. Cómo no agradecer a Francisco José Martínez Morán que haya escrito esta Obligación. Tan gustosa.