26.4.15

La poesía de Arlandis

Sergio Arlandis (Valencia, 1976) es profesor en la Universidad de Pennsylvania, ha publicado algunas monografías sobre poetas españoles contemporáneos como Francisco Brines y Vicente Aleixandre, así como tres libros de poesía: Cuando sólo queda el silencio, Caso perdido y Contexturas. A título de curiosidad, diremos que se trata de uno de los 40 poetas jóvenes seleccionados por cerca de 200 investigadores de 107 universidades (Harvard, Princeton, Columbia, Oxford y Bolonia entre ellas) para la antología de Visor El canon abierto. Nueva poesía en español, coordinada por Remedios Sánchez García en colaboración con Anthony L. Geist.
Desorden, que aparece en Valparaíso Ediciones, un sello que brilla por su esmero, se abre con citas de dos poetas valencianos de muy distinta procedencia, César Simón y Jaime Siles, lo que me da pie a decir que Arlandis pertenece a una tradición singular dentro de nuestras tradiciones. Me refiero a la de la poesía escrita por valencianos (que no en valenciano), una de las corrientes más nutridas y cualificadas de nuestro panorama poético en las últimas décadas. Las dedicatorias a otros paisanos ilustres incide en esa filiación: Carnero, Bellveser... Algo que no obsta para que encontremos epígrafes de Espronceda, JRJ, Rosalía de Castro o Blas de Otero.
Con una prosa (o un poema en prosa, no sé) empieza el libro, la que conforma "Orden".
En "Sentencia de la luz" (no podía faltar en la obra de un mediterráneo), la escritura. Metapoesía o reflexión sobre el propio decir: "Acepta que la vida se rompe por los huecos / de lo escrito entre líneas. / O calla ahora o habla para siempre".
Poemas intensos, como "Melancolía", "Ley de mercado" ("Y ahora qué: tienes árbol, hijo y libro.") o "Alter ego". Y ya que lo menciono, una constante o clave del libro: el espejo, el diálogo con el otro (u otros) que llevamos dentro. Para eso usa el "tú", esa persona tan cernudiana.
En "Manual de instrucciones para Ulises, desde el otro lado", leemos: "Sé nadie entre corderos, sé cortante / silencio en el desorden / de ese no irse del todo nunca. / Sé la noche para el remordimiento."
No falta la ironía. En "B. O. E. (Boletín Oficioso de tu Estado)", por ejemplo.
Y sigue el asedio acerca de la tarea de escribir: "Alguna vez / no me hizo falta la escritura". Y más adelante, en el mismo poema: "Alguna vez / no me hizo falta la lectura". O cuando dice: "Crecer solo por verse a versos". Tampoco deja de preguntarse, otro rasgo moderno, por la identidad: "¿En la memoria duele / aquello que no somos?"
En "Dos puntos", la tercera parte, otro poema en prosa (o una prosa, vete a ver). Y el amor, asunto que centra los poemas que aquí se reúnen. "Te  declaro esta tarde / una guerra sin muerte, boca a boca". Y también aquí se entremezcla la reflexión sobre la poesía con el amor en el poema. Poemas, por cierto, aunque amorosos, no al uso. Brillan en ellos la imaginación, las metáforas. Son, en este sentido, más barrocos, acaso, que los del resto del libro.
En la última parte, "Un español que se marcha" (con cita de Carnero), la prosa de nuevo. Y el viejo tema de tener que irse de un país de despedidas. Aquí cobra especial significado las palabras que encontramos en la contracubierta: "Desorden es un libro de su tiempo en el que el poeta hace un alto en el camino para tratar de congelar la velocidad de los días, el viaje obligado del autor a través de los kilómetros, de los idiomas y de la memoria. Un libro en el que está presente el amor y su calor en la intimidad, a la vez que se guarda en él la distancia de quien se ha visto obligado a dejar su país, a convertirse en otro español que se marcha".