16.5.15

Vida social (V)

Si lo que me recibió en Salamanca era calor, ¿lo de Sevilla? ¿La caló? Al salir del coche aparcado en el Paseo de la Palmera creí que me daba algo. Desde Plasencia hasta allí, ligero y sin paradas, el aire acondicionado me había hecho creer que el tiempo ya también era otro por allí abajo, con temperaturas más bajas. Sí, sí. La densa calima debió prevenirme. De camino a la sede de CICUS de la Universidad de Sevilla (en Madre de Dios), Juan Diego Martín, técnico de esa santa casa dedicada a la cultura, miraba los termómetros. En uno, 42º. Alguien nos contó luego que había visto otro que marcaba 46º. Ya a cubierto, a un paso de la cernudiana Calle del Aire, saludo a Fran Matute, de Estado Crítico (donde se publica una estupenda "crítica literaria diletante"), organizador del acto, y luego doy mi primer abrazo a Antonio Rivero Taravillo que será, junto a Alejandro Luque (que, como cualquier periodista que se precie, llega un poco tarde por culpa de una rueda de prensa municipal), compañero de mesa y de conversación. La que, con la intensidad debida, mantuvimos delante de un público muy atento, a lo largo de hora y poco. Después había otro encuentro crítico, Taravillo presentaba en la Feria el monumental libro anglófilo de Peyró y uno tenía que volver a subir al pueblo, donde llegué quince minutos antes de la media noche, también de una tacada. Como en los viejos tiempos. 
Dije público y debería haber dicho lectores, que es más exacto. La poesía, ya saben. Entre ellos, los poetas Jacobo Cortines, Miguel Veyrat y Juan Lamillar. Un honor y una alegría. Otro, Marcos Matacana me traía un abrazo de Hilario Barrero. Saludé a la bloguera (cocinera y fotógrafa) Ernestina González Causse y también asistió la investigadora Rocío Rojas-Marcos, autora de otro libro imprescindible: Tánger, la ciudad internacional. (Esa ciudad, sí, me persigue. Qué suerte. Y cuánto tangerino en el exilio, digamos. En una suerte de destierro emotivo. Por el imán de esa ciudad preciosa. Una atracción, ay, fatal. Por lo demás, no deja uno de recibir testimonios emocionantes acerca de la lectura de Más allá, Tánger, lo que, además de sorprenderme, me llena, como es lógico, de satisfacción. Uno es humano. Demasiado, como todos.)
Espoleado por las preguntas y comentarios de los incisivos Luque y Taravillo (éste empezó con el espinoso tema de mi efímero paso por las páginas de ABC Cultural), hablamos de no pocas cosas, todas relacionadas con la crítica, por más que uno no se considere un crítico literario. No al menos en el sentido más estricto (y profesional) del término. Dejémoslo en lector que publica en su blog (y en algunas revistas) algunas impresiones de lectura. Criterio, amistades, influencias, premios, suplementos, juicios negativos, etc. son algunos de los asuntos que dejamos caer en la amena charla que mantuvimos en la fresca penumbra de la sala cicusiana. Ojalá sirviera para algo. A uno, en fin, le compensó. A pesar de la paliza de coche, las malditas prisas (estuve en la ciudad apenas tres horas y fuera de casa, nueve) y el calor (que al subir era, por cierto, casi frío). Sevilla, mis anfitriones y los lectores sevillanos bien lo merecen.