18.6.15

Dos asturianos

Juan Ignacio González (Seana, Mieres, 1960) es el autor de un librito que ya comentamos aquí, Cuaderno de las cenizas. Publica ahora de nuevo, y por partida doble. La plaquette Los poemas del ciclo de las dunas, dieciocho poemas escritos entre 1985 y 2015 donde encontramos unos poemas, digamos, del mundo del desierto, donde hay ecos de culturas antiguas, clásicas o arábigas, de la Biblia y de Egipto. Son versos muy hermosos y sugerentes de algún poeta apócrifo que parecen volver de alguna antología descubierta por algún arqueólogo en un rincón perdido y cubierto de arena.
También Cuando enero fue pasto de las llamas (Ediciones de la Cruz de Grado. Colección de la Cruz). Lleva un prólogo de Emilio Amor (autor de otro interesante cuaderno, Territorio perdido, número 11 de la gijonesa Colección "Heracles y nosotros"). Poesía del "yo", escrita con "sinceridad y oficio", dice Amor. De la memoria ("Cuartel de invierno", que evoca su infancia de hijo de emigrantes asturianos), escrita con un lenguaje claro y sencillo. Late en ella una preocupación moral y su talante es humanístico. En "Las tablas de la ley", por ejemplo, alude a las lecciones de su padre. No faltan "Flores para mi madre". Ni el miedo, el amor, el azar... Hay poemas de verdad logrados, como "El telar de Penélope en invierno", "Breve tratado sobre el origen de las cosas", entre otros. Los homenajes a José Emilio Pacheco y Joan Margarit hablan claro de sus filiaciones literarias de González, que con estas entregas regresa, once años después, al "viaje poético". Sus lectores lo agradecen.

Antonio Pilar (Avilés, 1974) ganó con su ópera prima, Handle with care, el premio "Ciudad de Ronda", un libro interesante que conocí cuando sólo era un original mecanoscrito concebido a partir de su experiencia laboral en un albergue de transeúntes, lo que le permitió crear unos poemas muy humanos, intensos, del todo acordes a estos tiempos duros que nos ha tocado vivir. Sin caer, eso sí, en la sensiblería o el victimismo. Cada uno tenía detrás un nombre y una historia. Y qué historias. Ahora, tras conseguir otro galardón, el talaverano "Joaquín Benito de Lucas", cambia completamente de registro y publica, en la Colección Melibea, Manual de destrucciones (Usos del fracaso amoroso). Ya desde el título podemos apreciar que nos enfrentamos a un libro en clave irónica y, como veremos luego, hasta humorística. Desde la solapa, Rosa Pereda habla de un "libro de poemas de amor" (y, añade uno, de todo lo contrario) y Juan Vicente Piqueras alude al "amor y al humor". 
Compuesto como si de un verdadero manual de uso se tratara (el del tostador modelo London, por ejemplo, como Pilar señala le inspiró), desde "Cero" (un perfecto comienzo) hasta "Amor al pie", se suceden versos ocurrentes, frescos y divertidos con los que se siente identificado de inmediato el lector. Los títulos son palmarios: "Ya siempre todo nunca" (al modo de José Hierro), "Mano a distancia", "A cama lenta", "Amor atípico". Hay mucho juego aquí. De palabras, como en "Historia ortográfica del amor", o de procedimiento, como en "Cuestionario de calidad para un desengaño femenino". En "Trabajos verticales en ternura" aflora la verdad con toda su crudeza. Detrás de la ironía y hasta del chiste se esconde casi siempre la tristeza. O incluso la amargura. 
Se lo pasa uno bien, recochineo mediante, con estos poemas donde la destrucción del desamor impera.