Diego Vaya (Sevilla, 1980) ha publicado entre diciembre y marzo dos libros; por orden de aparición, Circuito cerrado, que edita La Isla de Siltolá, y Game over, que ve la luz en Renacimiento, premio "Vicente Núñez". Imagino que esto ha ocurrido por pura casualidad. Confieso que no había leído nada de lo ya publicado por él, pero me han sorprendido muy gratamente este par de obras que, en lo que a uno respecta, deja bien claro que estamos ante un poeta. Vamos, que este joven escribe poesía, y así evitamos malos entendidos. En ambos libros demuestra su afición por el poema extenso y el tono discursivo. Sobre todo en el primero, compuesto por un largo poema, "Back/Next", por tres más breves (incluidos en "Domingo americano") y por otro de una dimensión estimable, "Helada".
Puestos a confesar, diré que me encantan los poemas largos y que tengo en alta estima a quienes son capaces de concebirlos y de ordenarlos en palabras. Por estos lares, Álvaro García, pongo por caso. Nunca olvido lo que dijo Octavio Paz acerca de ellos, de la dificultad que entrañan, una mezcla de problemas: de composición y de lenguaje. Vaya no se arredra y logra rematar la faena de manera impecable. En ese primer poema hay tensión, hay historia, hay ideas y un montón de cosas más. Nunca decae. Jamás cansa. Alguien conduce por una carretera. En medio, el trayecto, claro. Y alucinaciones y adicciones y desconcierto. Y "la misma metafísica de las cosas vacías". "Un hombre solo, dentro de su coche" puede ir muy lejos. Algunos lo hemos experimentado. Durante horas, días, incluso años.
También en Game over digamos que habita la poesía. Tras "El sueño de otra vida", de nuevo un poema por largo, un puñado de odas, las que se agrupan en torno al lema "El problema de la vivienda". Mayor actualidad, imposible. Hay una "Oda al desahucio", otra a "una generación" y a "la última frontera", "al trabajo", "la bolsa de la compra", "las ojeras"... Que nadie imagine que detrás de esos títulos hay poesía social o comprometida. No al uso, por lo menos. De esa que menudea al calor de la crisis. Pura convención. Filfa acaso. Aquí hay poesía y la exigencia debida para abordar asuntos que, sí, son de este tiempo (o de cualquiera, no sé) y de cuantos los sufrimos.
Una sorpresa, insisto, la de este Diego Vaya. La de su poesía, vuelvo a aclarar. Una bocanada, otra, de aire fresco, aunque "hoy solo quieres ver arder el mundo". Atentos.
Puestos a confesar, diré que me encantan los poemas largos y que tengo en alta estima a quienes son capaces de concebirlos y de ordenarlos en palabras. Por estos lares, Álvaro García, pongo por caso. Nunca olvido lo que dijo Octavio Paz acerca de ellos, de la dificultad que entrañan, una mezcla de problemas: de composición y de lenguaje. Vaya no se arredra y logra rematar la faena de manera impecable. En ese primer poema hay tensión, hay historia, hay ideas y un montón de cosas más. Nunca decae. Jamás cansa. Alguien conduce por una carretera. En medio, el trayecto, claro. Y alucinaciones y adicciones y desconcierto. Y "la misma metafísica de las cosas vacías". "Un hombre solo, dentro de su coche" puede ir muy lejos. Algunos lo hemos experimentado. Durante horas, días, incluso años.
También en Game over digamos que habita la poesía. Tras "El sueño de otra vida", de nuevo un poema por largo, un puñado de odas, las que se agrupan en torno al lema "El problema de la vivienda". Mayor actualidad, imposible. Hay una "Oda al desahucio", otra a "una generación" y a "la última frontera", "al trabajo", "la bolsa de la compra", "las ojeras"... Que nadie imagine que detrás de esos títulos hay poesía social o comprometida. No al uso, por lo menos. De esa que menudea al calor de la crisis. Pura convención. Filfa acaso. Aquí hay poesía y la exigencia debida para abordar asuntos que, sí, son de este tiempo (o de cualquiera, no sé) y de cuantos los sufrimos.
Una sorpresa, insisto, la de este Diego Vaya. La de su poesía, vuelvo a aclarar. Una bocanada, otra, de aire fresco, aunque "hoy solo quieres ver arder el mundo". Atentos.