Pound por Avedon |
"El placer de leer se asemeja al de modificar con discreción, sea nuestro o ajeno, lo que leemos", dice Vila-Matas que antes ha citado, o eso suponemos (con él nunca se sabe) a Ezra Pound, quien, cuando murió Henry James, afirmó que "había muerto el que sabía qué era la literatura". Para ser exactos, el autor de The Cantos dijo que “Había alguien en Londres que era la literatura para nosotros, estaba ahí, en algún lugar de la ciudad, y tenía todas las respuestas”. Más adelante vuelve a copiar unas palabras del poeta norteamericano, recogidas esta vez por Ricardo Piglia: “La técnica es la prueba de la sinceridad del artista”. Todo esto y más se puede leer en su artículo "Por un saber discreto" que, por cierto, no puede sino llevarme hasta el último libro de Francisco Javier Irazoki, que se titula Orquesta de desaparecidos (Hiperión, y próximamente aquí), por aquello de que en el poema que cierra el volumen, titulado "Testamento", dice:
Me gustaría que sobre mi muerte se plantase el árbol de la discreción.
Me gustaría que sobre mi muerte se plantase el árbol de la discreción.