23.10.15

Rosillo: en la luz de la vida

De Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) espero siempre con avidez un nuevo libro. Llega ahora Quién lo diría, publicado por Tusquets en su colección Nuevos Textos Sagrados, donde ya está toda su obra. Las cosas como fueron. Poesía completa (1974-2003) reúne sus primeras entregas: Páginas de un diario, Elegías, Autorretratos y La vida. Además, La certeza, Oír la luz, Sueño del origen y Antes del nombre. 10 libros en casi cuarenta años.
El recién llegado lleva en la cubierta, como los anteriores, una viñeta de Ramón Gaya, al que dedica el emocionante poema "Bajo el sol de la tarde".
Lo que no espero nunca son grandes cambios en cada nueva obra. Al revés. Quiere uno que llegue otra vez, nítida, la incomparable y previsible voz del poeta murciano y que en una nueva vuelta de tuerca vuelva a darnos lo mejor de sí. Pocos poetas más fieles a su tono y, en consecuencia, autor del mismo libro, que diría su amigo Trapiello, lo que no significa que su obra sea repetitiva o redundante. Ese es su enigma, renovado con la lectura de las sucesivas entregas, en las que Rosillo dice y no dice lo mismo, donde su mundo es y no es idéntico.
Por muy habitable, se acomoda el lector pronto a él. Tal vez por eso tiene tantos letraheridos de su parte, que aguardan, como uno, nuevos versos viejos, se podría decir, destinados a la serenidad y el placer.
¿Y aquí? Pues lo que vengo afirmando: el Rosillo más genuino, con versos cada vez más claros (que contradicen al poeta cuando alude a "abstrusas cuestiones metafísicas" que a "cierto Eloy" le acosan), sencillos ("El respirar es el saber más hondo"), luminosos y depurados. Pero también misteriosos ("porque el misterio existe"). En su casa de Murcia ("Un palacio encantado era -es- mi casa") y en la de la playa. Entre amaneceres y atardeceres. En medio de secretas noches de luna. En sus paseos, según costumbre, por la orilla del mar, ese Mediterráneo que tan bien define su poesía, puramente mediterránea, ya que se identifica con sus paisajes, sí, pero más aún con sus valores y sus virtudes, desde la Grecia clásica hasta ahora. Y con su luz, omnipresente palabra, concepto ineludible si del microcosmos de Rosillo se trata. "Y en la luz todo crece y fructifica", escribe.
Hay en estos poemas tanto júbilo como melancolía ("que a la vez no me impide estar alegre", escribe, o: "Cuánta melancolía. Y cuánta dicha"). Prima el asombro, la perplejidad, el vivir como milagro ("sino por nada, sin porqué, quién sabe", leemos en "Perugia). ¿No alude a eso el título? Cualquier cosa, casi siempre las más humildes, puede provocar el poema. Rosillo es un observador nato que da gran importancia a la mirada; un hombre solo atento a lo que pasa (¿qué otra cosa es un poeta?), siempre a la espera. La rutina como fuente de aventuras, siquiera sea interiores. Sin apenas salir del estudio.
Lo meditativo le sirve para expresar la extrañeza de vivir: "¿Sucede la belleza sin nosotros / o la crean los ojos al mirarla?", dice al principio de "Lugares" (¡cómo son los comienzos de estos poemas!). Y añade después: "Sí, transcurre / a solas la hermosura en nuestra ausencia."
Estos versos humildes, en su más alto sentido, transmiten piedad, galdosiana misericordia, alabanza. Se ve que le basta con poco: "la compasión del grillo y de la noche, / la caridad del alba". El jardín, la rosa, el mirlo.
Escritos al hilo de las horas, los meses y las estaciones, adoptan en conjunto un aire de diario. Como siempre, al final, se fijan en una "Nota" las fechas concretas en las que fueron concebidos.
Sigue habiendo en ellos mucha memoria; de infancia, por ejemplo. Vuelve, con el niño que se fuga de clase, el padre muerto. Y la madre en "Preguntas". Y Luci, la amiga. También el joven enamorado que pasea bajo la lluvia por una plaza donde el mundo se reduce a la mujer que va a su lado, amparada por el mismo paraguas.
Hay, como es lógico, un sentimiento de pérdida. Se aprecia el paso del tiempo, un tema eterno. Así, en "Sin edad" donde leemos, oh paradoja: "En este cuerpo mío que envejece / habita el hombre sin edad que soy". La muerte aparece en "No habrá ocasión".
Eloy Sánchez Rosillo es uno de esos poetas, cada vez más raros, que vive por y para la poesía. Se nota en cuanto escribe. Sin remedio. Y escribe como es. "No hay trampa ni cartón aquí", dice en el poema que cierra el volumen y da título al libro. Y añade: "Se sueña cada cosa en su verdad / y se cumple el vivir con lo soñado. // Quién me lo iba a decir. Quién lo diría".
El que no haya llegado aún hasta él, debería hacerlo. Sus lectores celebramos la llegada de este libro como un feliz acontecimiento. Natural.