12.10.15

Guadalupe

El Departamento Editorial de la Diputación de Badajoz, antes benemérito Servicio de Publicaciones, acaba de publicar un libro necesario, concebido e impulsado por el exconsejero de Cultura Francisco Muñoz Ramírez (el último en esta tierra digno de tal nombre), con el significativo título de Guadalupe. Sentimiento y conciencia, donde se reúnen reflexiones, ensayos, testimonios y otras prosas en torno a uno de los enclaves extremeños más universales. Uno de esos lugares, añado, donde uno ha forjado su particular territorio
Como sigue siendo, ay, habitual, abre el volumen un político: el nuevo presidente de la casa editora, Gallardo, alcalde de Villanueva de la Serena. Y pronto los desacuerdos. Por lo de "nuestra identidad como pueblo". La diversidad de enfoques, no obstante, garantiza una obra plural donde, ya ves tú, soy uno de los pocos a los que este buen hombre (o quien se lo haya escrito) carga con el dichoso sambenito identitario, pues de uno dice: "En clave extremeñista y reivindicativa se define Álvaro Valverde". Y yo sin saberlo. Bromas aparte, la mera relación de los autores de los diferentes textos refleja el alcance de la empresa. Así, hay escritores, como Gonzalo Hidalgo Bayal, Martínez Mediero, Irene Sánchez Carrón, Alonso Guerrero, Eugenio Fuentes y Pilar Galán; teatreros, como Juan Margallo o Miguel Murillo; cantantes, como Luis Pastor; periodistas, como Teresiano Rodríguez Núñez (un hombre inseparable de Guadalupe) y Ruiz de Gopegui; políticos, como Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Antonio Ventura o el citado Paco Muñoz; dos frailes franciscanos: Cerrato Chamizo y Oterino Villasante; y el historiador Juan Gil, que firma el texto más importantes y extenso del conjunto, piedra angular del libro, cuyo título es "Un culto común a españoles y portugueses: la Virgen de Guadalupe".
Ilustran estas páginas unas fotografías de Boni Sánchez que ensalzan aún más la edición de la obra.
Confieso que me han interesado sobre todo los textos de los escritores. En especial los de aquellos que hacen memoria (todos señalan, pongo por caso, los mareos, inevitable consecuencia de cualquier viaje infantil a La Puebla). Los de Bayal, Carrón y Sánchez, por ejemplo. 
Memorables son también las páginas de Ibarra, "ateo guadalupano". Suya fue la decisión de hacer coincidir el Día de Extremadura con la festividad de la Virgen. Cuenta sabrosas anécdotas sobre los cardenales primados de Toledo (ya se sabe que a esa Archidiócesis pertenece el corazón espiritual de esta tierra, a pesar de las eternas reivindicaciones) con los que le tocó lidiar. El temible D. Marcelo, con quien congenió, y Cañizares, protagonista, como él, el consejero Muñoz. D. Antonio Montero y los frailes del Monasterio (que apoyaron a las autoridades), del vergonzoso escándalo político-religioso montado por el PP de Floriano y sus adláteres en torno al resucitado catálogo de una exposición del fotógrafo JAM Montoya (entre otras lindezas, denunciaron a la Editora Regional que uno dirigía por haber cedido el ISBN para su publicación) que pudo, según Ibarra, "cargarse una convivencia entre la Junta y la Iglesia Católica que creo que había transcurrido hasta entonces por cauces ejemplares" y ocasionar, añado, su dimisión como Presidente.
De Muñoz Ramírez, que sufrió como nadie esta burda treta electoralista, es el capítulo final del libro, que lleva por título una verdad que cuantos han colaborado en la obra y cuantos conocen ese rincón a buen seguro comparten: "Volverás siempre a Guadalupe". A pesar, ay, de las curvas.