Así se titula el segundo libro del poeta vallisoletano Javier Dámaso (1964). Del primero dimos cuenta aquí: La Edad de Hierro. Ya explicamos que este profesor de Derecho Internacional Privado de la UVA, atento a su carrera profesional y a la redacción de sesudas obras sobre su materia, tan alejada de la lírica, había mantenido su obra poética en silencio, inédita, "en la privacidad y el intimismo", según su prologuista y compañero de promoción Luis Díaz Viana, hasta que las circunstancias lo han permitido. Al parecer, la seriedad y el rigor de lo uno casaba mal con la frivolidad e inconsistencia de lo otro, por decirlo de algún modo, e ir de poeta por la vida, siquiera sea discretamente, una condición no deseable en la oscura provincia castellana. Que no era lo mismo, en fin, ser el doctor Dámaso Javier Vicente Blanco que el poeta Javier Dámaso.
Incluso sin palabras es también el segundo libro escrito por él y está fechado entre 1986 y 1991. Lo edita Páramo.
Con citas bien traídas de Tarkovski y Brecht, se abre un delicioso paseo que, en "Una incómoda pasión", va del "pedregoso Carrión" a Toulouse en torno a una historia de amor que permanece al fondo de estos versos tan sugerentes y livianos como aquélla. En "Primavera en la Meseta", la parte más interesante, a mi modo de ver, del conjunto (un libro de libros), aparece una figura capital para comprender en su justa medida esta composición: la de otro de Valladolid, Francisco Pino. En "Urueña" la página adquiere la tipografía típica del maestro, otro solitario en su bosque de pinos. En "la estrategia perdida" (sin poder reproducir aquí el juego tipográfico) leemos: "Amigo Pino: / la vida la presentan / moralistas / y legisladores". Y en "Soy", con la famosa sentencia de Descartes a modo de epígrafe: "Soy / y porque existo / presiento la / amenaza".
Esa tipografía a que aludo da en auténticos poemas visuales y dota al libro de una fuerza añadida donde lo vanguardista, con todo, se matiza o, dicho de otra manera, no queda en mero, vacuo alarde. Lo más humano y lo político se aúnan en "Memoria contra un tiempo vacío". Pulsión, por cierto, muy presente en su primer libro. "Tres", un poema de esa serie, es uno de los mejores del volumen. Y "Un hombre": "Un hombre / huele a muerto / con los ojos abiertos".
Tras algún poema amistoso y viajero (reunidos en "La ternura en la piel, debajo el desconcierto") y referencias al duro verano mesetario y a los vencejos, cierra Dámaso el recorrido con "Breve tiempo a destiempo", donde encontramos poemas tan interesantes como "Jayyam" o "Azuzar el gabán". En éste leemos: "El hombre es su silencio, / desconfía". Y "El hombre es su silencio" es precisamente el título del poema final que a uno, metido de lleno en esa lectura, le llevó a Nemo, la novela de Gonzalo Hidalgo Bayal, que también le da vueltas, y cómo, a esa idea.