La revista tiene una factura preciosa, tan modesta como elegante. En el número uno, tras el conciso editorial (donde se explican las aspiraciones del cuadernillo, a favor de la "auténtica crítica literaria", y su "intención de dar testimonio de la excelencia") se entrevista a Jaime Siles quien cuenta, entre otras cosas, que llegó a la traducción gracias a las "versiones que en el antiguo bachillerato se hacían de las lenguas clásicas", que se siente orgulloso de sus trabajos sobre Celan y Catulo y que antes de morir le gustaría "traducir a los líricos griegos arcaicos y la poesía latina menos conocida", un viejo "proyecto de juventud".
José Manuel Benitez Ariza firma un riguroso texto titulado "La imaginación: vestigios y nuevos brotes de una fe perdida".
Inmaculada Moreno traduce cuatro breves poemas del suizo Klaus Merz. El IV dice: Ya sólo se concebía / como un huésped / de sí mismo.
En la sección "Papeles viejos", se recupera un poema de Eliot traducido por Claudio Rodríguez (que, como sabemos, vertió al español toda la poesía elotiana salvo Four Quartets, una tarea que permanece inédita): "El cultivo de los árboles de Navidad".
Reseñas sobre Cavafis, los poetas portugueses, Buson y los latinos Virgilio, Horacio y Ovidio cierran esta primera entrega que pone muy alto el listón de las que vendrán después.
Se congratula uno con la idea y desea a sus impulsores un viaje plácido y largo.