Conocimos al pintor Luis Gordillo a principio de los noventa en un curso de la Menéndez Pelayo (UIMP), cuando ésta tenía sede en Santa Cruz de Tenerife. Me tocó compartir con él una mesa redonda donde el tema central era la noción de lugar. Su intervención fue a buen seguro lo mejor de ese acto interdisciplinar (la pintura, la poesía, la arquitectura). Desde entonces ha seguido uno con más atención si cabe la carrera del pintor sevillano, reconocido con premios como el Nacional de Artes Plásticas o el Velázquez.
Diego Vaya, autor de Luis Gordillo (insularidad e inconformismo), estaba hasta hora en mi lista de poetas. En La Isla de Siltolá precisamente ha aparecido su ensayo sobre la obra de este artista solitario e inconformista que si por algo se caracteriza es por su legibilidad, cosa harto complicada cuando de reflexionar sobre la pintura contemporánea se trata. Eso no quiere decir, y no es que uno sea un experto, que no haya profundidad y rigor en su trabajo, más bien todo lo contrario. Que, por suerte, no apreciamos la jerga crítica, el disparate y la pedantería con la que suelen adornarse este tipo de textos.
En "Gordillo revisited", a modo de prólogo, habla de su vitalidad, de su pintura en "mutación constante" aunque "hay en la pintura de Gordillo una gordilliscencia siempre intacta" y, en fin, de ese no conformarse que, ya decimos, le ha definido y le define, porque a pesar de su edad sigue al pie del estudio.
Los distintos capítulos abordan aspectos capitales de su obra. El psicoanálisis, por ejemplo (que inició antes de cumplir 30 años), o su relación con el Pop Art (según él mismo, también ha tenido una etapa informalista y, a su manera, una geométrica, aunque de marcado sesgo figurativo, capital, al parecer, para comprender el desarrollo de esa corriente en la España de las últimas décadas), la identidad, su serie Cabezas (uno de los capítulos fundamentales del libro) y la obra gráfica "Celulario".
Aunque sea tirar para casa, la mirada del poeta sobre el pintor es, desde antiguo, sustancial. A los hechos me remito. Seguro que Luis Gordillo, tras leer lo que ha dicho de su pintura el también sevillano Diego Vaya, piensa igual.