2.8.20

EN WELLINGTONIA

                                   Para José Luis Melero

Que vaya por delante que no soy fetichista.
Ni siquiera un mitómano confeso.
Acaricio, con todo, esta madera,
el trozo de parqué del viejo suelo
y siento la emoción del que lo fuese.
Es de la biblioteca de Aleixandre.
Un pecio rescatado del naufragio:
las ruinas de su casa en Wellingtonia.
Regalo de un amigo que es bibliófilo.
Sabe que esa reliquia está pisada
por los pies de lo menos mil poetas.
De Madrid y venidos de provincias.
Los famosos del club del 27,
el etílico grupo del 50,
y antes varios vates de postguerra
y después, cómo no, los venecianos.
Desde Lorca y Cernuda a Villena y Colinas
pasando por Vivanco, Rosales y Valverde,
por Rodríguez, Valente y Gil de Biedma.
Sabe mi amigo que la lista es larga,
que por allí pasó toda la lírica
del fértil, opulento patio patrio.
La recibió tumbado en su chaise longue.
Enmarcaré la pieza y, ya colgada,
evocaré unos versos que he perdido.

Nota: Este poema se ha publicado en el número 20 (como este maldito año) de la revista asturiana Anáfora
La fotografía es de Victoria Iglesias.