25.1.21

Jesús García Calderón lee "Porque olvido"

Mi imperdonable tardanza en anotar la lectura de Porque olvido, la última entrega del poeta Álvaro Valverde, me ha permitido comprender mejor algunas pautas o razones más calladas que palpitan por debajo de las páginas de este libro tan singular y que han quedado depositadas con una gran fuerza en mi memoria. Quizá esta persistencia de las ideas se deba a una especial inclinación del autor hacia la verdad, sin duda incrementada porque partimos de una coincidencia estimable: nuestro autor publica esta personal bitácora cuando se acaba de jubilar y abandona su vocación ingente como maestro y ahora comprendo, quizá por conjugarla con esta noticia tan personal, que la virtud esencial que nos ofrece de la vida literaria propia y ajena es, nada menos, que cierta explicación del oficio poético como destino en una época tan desordenada, tan poco aplicada y suculenta y -en gran medida- tan perdida como esta que nos ha tocado vivir dentro del ingrato panóptico digital.
Al recordar el tono de alguna reseña previa de autores muy reconocidos, siempre respetuosas y positivas, advierto en ellas, una leve desilusión. Como si les faltaran anécdotas impostadas, comentarios jocosos o exagerados, juicios negativos o algún que otro chascarrillo. En fin, la salsa que inunda platós culturales y otros menesteres de quienes procuran acortar la experiencia para romper la verdad. Pero Álvaro es fiel a su estimable biografía periférica y no pierde nunca el dorado perfil de las cosas sencillas y su deber de contar lo que verdaderamente piensa y pasó con la habitual decencia que adorna su carácter.
Son varias las paradojas que se asocian al diario del escritor. Palabras secretas con vocación pública, libro escrito en la tediosa soledad del que procura justificar o enaltecer el fracaso o el éxito, voces de inquietud que hablan al personaje inventado de uno mismo, mensaje dirigido a un grupo determinado de devociones o de imaginarios enemigos. Tampoco falta en esta nómina incompleta de extrañas motivaciones, como ya hiciera el controvertido José Luis de Vilallonga en sus extensas Memorias no autorizadas, la razón más sencilla, recogiendo el sabio consejo de su abuela, la marquesa de Portago, de anotar en un cuaderno de tapas oscuras todo aquello que le ocurra y no deba olvidarse. En el caso de Álvaro, hay una convicción antigua que opera casi como un cotidiano deber escolar. La aplicación en la factura de sus deberes con la cultura y, en especial, con la poesía y, aún más especialmente, con la poesía en Extremadura; le lleva a conducir innumerables horas para poder palpar directamente encuentros y observaciones de quienes nutren su territorio existencial. Escucha, reflexiona, comenta textos y otros comentarios, observa y recuerda amigos y Maestros que nos abandonan yendo de un lado a otro con el sobrio equipaje de la inquietud.
Al margen de estos interesantes comentarios sobre la voz propia y otras voces ajenas, creo que el libro guarda otro libro dentro del que nuestro autor, quizá, solo nos muestra una parte. Me refiero a la nómina de paisanos anónimos a los que encuentra en su paseos cotidianos por los alrededores de Plasencia y entablan con él un diálogo lacónico y apresurado que esconde, en algunas ocasiones, enseñanzas más que notables. Espero que algún día, si estoy en lo cierto, podamos descubrir esa extraña y peripatética galería de certeros personajes, que operan como el espejo que contempla los pasos del poeta para que pueda integrarse en el entorno y conocerse mejor.

Álvaro Valverde. Porque Olvido (Diario 2005-2019). Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2020, colección Perspectivas.

NOTA: Esta reseña se ha publicado La soledad partida, blog del poeta y jurista Jesús García Calderón.