1.5.21

Odios


"El odio político, la peor pasión política, es tan incansable como ciego: no permite ni siquiera escuchar y entender lo que escriben y dicen los demás. Este pecado, cometido también por muchos intelectuales, masa, va más allá de la traición y se hunde en la estupidez, ocasión en la que el intelectual se traiciona a sí mismo". Lluís Bassets, "La traición de los intelectuales". El País. 

Cuando Anatxu Zabalbeascoa pregunta a Guadalupe Nettel (para El País Semanal) cómo superar el odio, la escritora mexicana contesta: "Cuando te das cuenta de que a quien más daño hace odiar es a uno mismo. Cuando ves que ese fuego en tu cabeza te está envenenando. Y con empatía: cuando te preguntas qué no ha entendido alguien que te odia. Entonces consigues ver su sufrimiento. Pero esa parte es difícil". 

Para huir de tanto odio, el de tirios y troyanos (tanto monta, monta tanto) y apaciguar mi apesadumbrado espíritu, leo estos días las conversaciones entre dos escritores liberal-conservadores (de centro), rara avis se mire por donde se mire, que en forma de libro, La vista desde aquí, publicó Elba en 2017. Son Valentí Puig (Palma, 1949) e Ignacio Peyró (Madrid, 1980). 
El primero es autor de El hombre del abrigo (un libro sobre Josep Pla que me encantó) y, entre otros, de Moderantismo. Sí, pocas veces ha hecho más falta que ahora esa actitud, más que doctrina. 
Tras "Un mundo conversable", la enjundiosa introducción de Peyró (director del Instituto Cervantes de Londres), la charla se divide en ocho apartados y se cierra con un breve ensayo del autor de Diccionario sentimental de la cultura inglesa: "Bosque adentro. Maneras de leer a Valentí Puig". 
Se habla de literatura, de política (nacional e internacional, que, por su condición de corresponsal en el extranjero, Puig conoce bien), de periodismo, de educación, de gastronomía, de Cataluña (antes de la infame debacle del procés), del presente (sin olvidar el pasado y anticipando el futuro), del cambio de época (más de lo mismo), de la alta cultura (contra la banalización y el "todo vale"), de religión... Hasta de poesía, que Puig, uno de nuestros primeros diaristas, ha escrito y publicado. 
Peyró explica que, "a la manera de Pla", Puig "siempre ha creído que la escritura no es sino una manera de ordenar el pensamiento". "De lo que se trata es de escribir", resume éste. Y antes y sobre todo, de leer. Sin "buena lectura" no hay nada.  
Su vocación es la de "observador". Se le podría definir como un "intelectual europeo", otra especie en peligro de extinción.
De su talante como articulista centrado da fe que haya sido colaborador de periódicos tan distintos como El País, La Vanguardia o ABC
Destaca, en fin, "la calidad de su prosa" de quien sabe que la escritura es "una de las estrategias de la felicidad"
El tono del libro ayuda, ya decía, a enfrentar lo que pasa (o parece que ocurre, vete a ver) con otro ánimo. Falta hace. También en provincias sufrimos el odio exacerbado que ambos extremos, tales para cuales, se empeñan en provocar. Sin centro, nada irá bien. En más de un sentido. 

Nota: He tomado la imagen de aquí