Hacía tiempo que le seguía la pista a Fa yeung nin wa (花樣年華) o In the mood for love (en español, Deseando amar), la famosa película de Wong Kar-wai, un director de cine nacido en Shanghái, pero hongkonés de residencia desde los cinco años.
Cuando volvió a las salas de cine, veinte años después de su estreno, pensé que esa posibilidad se acercaba, pero uno vive en Plasencia y lo que llega es muy comercial. Por lo demás, ni veo ni compro películas en internet.
Deseando amar se estrenó en el Festival de Cannes, donde ganó el Premio del Jurado y uno de sus protagonistas, Tony Leung, el de Mejor Actor.
La primera vez que oí hablar de Kar-wai y de esta película fue en Días de cine, un programa de TVE que sigo con fidelidad desde hace años. En esa misma cadena la pude ver por fin el pasado sábado en otro programa que me gusta: El cine de la 2. Está en Play hasta pasado mañana.
Yo no sé si se trata de una obra maestra (la crítica es prácticamente unánime), pero puedo asegurar que no me ha decepcionado. Sí, diría que es una de las mejores películas que he visto.
Copio de la página de Filmin el argumento: "Hong Kong, 1962. Chow, redactor jefe de un diario local, se muda a un nuevo piso con su mujer. Allí conoce a Li-zhen, una joven que acaba de instalarse en el mismo edificio con su esposo. Ella es secretaria de una empresa de exportación y su marido está continuamente de viaje de negocios. Como la mujer de Chow también está casi siempre fuera de casa, Li-zhen y Chow pasan cada vez más tiempo juntos y se hacen muy amigos. Un día, ambos descubren algo inesperado sobre sus respectivas parejas".
Simple, tal vez, pero en eso consiste la magia del cine: en transformar lo anecdótico, cotidiano y hasta banal en una obra de arte, y Deseando amar lo es. Además, no trata del amor, un tema redundante en el cine, sino del deseo de amar, que es otra cosa. Tampoco podemos reducir la trama al amor imposible. La complejidad es otra.
Leo que "el título original en chino significa 'la época de florecer' o 'los años floridos' -metáforas chinas que hablan sobre la fugaz época de la juventud, belleza y amor-" y que procede de "Hua yang de nian hua", canción homónima que interpretaba Zhou Xuan en una película de 1946 y que Kar-wai recupera para la suya.
Al parecer, el director tenía planeado llamar a la película Secrets (lo que tiene todo el sentido, como saben quienes la han visto), hasta que escuchó la hipnótica canción de Shigeru Umebayashi.
Se rodó en el Barrio Chino de Bangkok, que se parece más al Hong Kong de los 60. El rodaje se prolongó durante quince meses.
Porque se trata de cine, la fotografía es esencial. Y para darle categoría artística a su historia, Kar-wai contó con el australiano Christopher Doyle, su inseparable director de fotografía. La imagen del pasillo del apartamento de Chow en Singapur con las cortinas rojas movidas por el viento... Y mil más. Se aprecia que esta película está hecha fotograma a fotograma. Qué sucesión de maravillas. Qué gama de colores.
Acepto que por momentos pueda pecar de preciosista. Hay mucha técnica y numerosos recursos cinematográficos detrás.
Y la música... Para empezar, "Yumeji's Theme", del citado Umebayashi, tema principal de su banda sonora. Para seguir, las canciones de Michael Galasso, Bryan Ferry y Rebecca Pan. Y los tradicionales pingtan, fragmentos de operas cantonesas. Y qué bien encajan en la cinta "Aquellos ojos verdes", "Te quiero, dijiste" y, sobre todo, "Quizás, quizás, quizás" interpretadas por Nat King Cole (canciones que llegaban al Hong Kong de los sesenta a través de Filipinas).
Para atesorar tanta belleza hacían falta algunas cosas más. La de Maggie Cheung, la mujer protagonista, por ejemplo. La suya y la de su esplendorosa, imprescindible colección de qipaos (vestido tubo, con cuello cerrado y aberturas laterales) que luce a lo largo del film. Lo explica muy bien Yingqiao Pan, de la Universidad Complutense, en su "Análisis de la moda femenina en In the mood for love desde una mirada semiótica". Esos vestidos son, sin duda, otra maravilla. Otro acierto en ese camino de perfección.
No sé si Deseando amar es poesía, pero si no lo es se le acerca mucho. Más allá de los tópicos. Ahora hablo como lector de un género que se escapa -aquí se comprende muy bien- a cualquier taxonomía.
Todo es refinamiento, elegancia, misterio, sutileza. Buen gusto, en suma, como destaca el crítico Raúl Alda.
La parte final, filmada en un templo de Camboya, abrocha la película de una manera sublime. Todo cobra sentido.
Quedan dando vueltas en mi cabeza las palabras finales de una voz en off: "El pasado es algo que podemos recordar, pero no tocar, y todo lo que se recuerda es borroso y vago".