27.1.22

En Alejandría


La primera noticia que tuve del escritor judío nacido en 1951 en Alejandría André Aciman (famoso después por la adaptación al cine de su primera novela Call me by your name -Llámame por tu nombre, Alfagüara, 2018-, película dirigida por Luca Guadagnino que obtuvo el Óscar al 'mejor guion adaptado', obra de James Ivory) fue a través del traductor Xavier Farré. A finales de 2014. Publicó en su blog "La memòria d'un lloc", que era una cita suya. Me gustó mucho y me puse en comunicación con él. Unos días más tarde saqué una entrada en el mío titulada "Memoria de un lugar": «Xavier Farré, poeta catalán residente en Cracovia, (...) publica en su blog unas preciosas palabras del ensayista y narrador de origen sefardí, especialista en Proust, André Aciman. (...) "Escribo sobre un lugar, o sobre la memoria de un lugar. Escribo sobre una ciudad llamada Alejandría que dicen que he tenido que querer, y sobre otras ciudades que me recuerdan un mundo desaparecido al que creo que deseo regresar. Escribo sobre el exilio, el recuerdo, y el paso del tiempo. Escribo -así me lo parece- para reconquistar, para conservar y volver al pasado, aunque puede ser perfectamente que escriba para olvidar y para poner el pasado detrás de mí ".  Alejandría, Tánger, Plasencia...»
En un mensaje posterior, Farré me decía: «Sólo una cosa, André Aciman es ensayista y narrador. A pesar de no haber publicado ningún libro de poesía, sí que es realmente un enorme poeta. Es una lástima que todavía no se haya traducido su Salida de Egipto. Seguramente, voy a seguir poniendo alguna entrada más con citas de Aciman». Esta es anterior, pero elocuente. La tituló "Sobre André Aciman" y en ella escribe: «Tras leer Out of Egipt, de André Aciman, tuve una sensación de euforia, de esa pasión contenida del nuevo descubrimiento». Me ha pasado lo mismo. Su titulo definitivo en español es Lejos de Egipto, ha traducido el libro Celia Filipetto y lo publica Libros del Asteroide. 
Son una suerte de memorias de su infancia y primera adolescencia en la ciudad egipcia de Alejandría. Las de su familia sefardita con raíces turcas e italianas. No suelen gustarme los recuerdos infantiles y en las biografías y las autobiografías, sobre todo, me estomagan con frecuencia esas páginas que leo a regañadientes y deprisa. No es el caso. Desde el principio, la novela (cómo llamar a esto si no) engancha. La galería de personajes que transitan por ella es fabulosa y aquel mundo desaparecido vuelve a brillar con la preciosa luz mediterránea que tuvo. En especial, durante los veranos en Mandara. Fueron pocos años, es verdad (desde los años veinte hasta 1965), pero qué intensos. Por ahí desfila una bisabuela, dos abuelas (la santa y la princesa), el padre y la madre (sorda), los tíos (Elsa, Flora, Vili, Nessim...), vecinos y otros personajes secundarios... La hervaciana vida colegial (tan complicada), las distintas lenguas y culturas mezcladas en una ciudad cosmopolita por excelencia, las costumbre y los ritos... Ya digo, un mundo. Un microcosmos habitable gracias a la prosa de Aciman donde, como comentaba Farré, no falta la poesía. En el capítulo final, por ejemplo. Seis componen esta obra maestra, o eso me parece, que he recomendado a Yolanda. Sé que la disfrutará tanto como yo porque, salvadas todas las distancias, su infancia tangerina (con comunidad sefardita incluida) tiene algunos paralelismos. Dos ciudades, sí, de «las afueras de África», como diría otro alejandrino, Fabio Morábito, del que me he acordado mucho mientras leía este libro memorable que, dice Luis Alemany, es divertido definir como «un poco de Bella del señor, un poco de El cuarteto de Alejandría, un poco de Woody Allen, un poco de Marcel Proust, un poco de Isaac Bashevis Singer...» Según Mercedes Monmany, «unas memorias realmente deliciosas, llenas de comicidad, emoción y hechos extravagantes y geniales». Bien está.