21.1.22

Manolo Peña

Lo primero que he visto al levantarme ha sido un mensaje de Santiago Antón donde me comunicaba la muerte de Manolo Peña ayer tarde. Hace unos días hablábamos los dos de él y recordábamos su llegada a Plasencia, a finales de los setenta, para ejercer como profesor en el entonces Centro Asociado de la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid, patrocinado por la Caja de Ahorros de Plasencia, que diez años después, en 1988, se acabaría convirtiendo en la Escuela Oficial de Idiomas de esta ciudad, en la que Manolo trabajó hasta su jubilación. Allí fue profesor mío, por cierto. De francés, para ser exactos. Había nacido en el precioso pueblo de San Martín del Castañar, en la salmantina Sierra de Francia. 
Como persona, era de un delicadeza llamativa. Muy afable. Cordial y cercano en las formas. Por eso, muy querido por quienes tuvimos la suerte de conocerlo y de tratarlo. 
Coincidíamos en actos culturales y en presentaciones de libros cada poco. La enfermedad no le doblegó. Acompañado casi siempre de su mujer, Puri Dacosta, compañera en el colegio "Alfonso VIII", donde se jubiló. Formaban una pareja estupenda. 
He elegido para ilustrar esta nota una fotografía donde se le ve abrazando a su hijo, el poeta Víctor Peña, el día de su boda con María Ponz. Se los ve a los dos felices. 
La persona que acaso mejor le conocía, Puri, lo ha resumido perfectamente en un breve mensaje: "Era una buena persona". Lo demás, sobra.