25.3.22

Náufragos, 4

 

Conozco el tesón de Salvador Retana y sé bien que cada una de las aventuras artísticas y vitales que emprende viene precedida por una rigurosa meditación que al cabo la justifica, convirtiéndola, de paso, en necesaria y duradera. A pesar de eso, puedo confesar y confieso que no creí que la de Náufragos llegara tan lejos. Cuatro, con ésta, son ya las entregas publicadas (aunque esto sobrepase la mera edición de un texto). Y todo a su costa, sin subvención alguna; fruto de una labor exigente y de la desinteresada colaboración, justo es reconocerlo, de quienes se han implicado en este curioso, sorprendente invento. Y, además, con textos inéditos. Por ejemplo, los que componen esta nueva entrega. Como siempre, Retana procura reunir (y reúne) a escritores afines. Que se sentirían a gusto y confiados, pongamos, en un barco en medio de la tormenta. En este caso, Isabel Bono, Fernando Aramburu y Francisco Javier Irazoki. 
La primera ha metido en su botella de náufraga un breve y enjundioso poema titulado "algunas respuestas son preguntas". Van dirigidas a la artista multimedia Eva Hiernaux (y a sus lectores, obviamente). 
El segundo lanza a este mar que es el vivir su "Discurso de la efímera", la prosa más larga de las publicadas hasta ahora en la colección y que, sin embargo, Retana ha logrado encajar en el bonito papel japonés enrollado que guardan todas. Pertenece a un "libro apenas iniciado" y es una auténtica delicia literaria. Empieza: "Parece ya un hábito inamovible destacar de nosotras las efímeras la escasa duración de nuestra vida". 
El tercero ha encerrado en su botella uno de sus particulares poemas en prosa (con sus calculadas proporciones de lírica y narrativa) de su próximo libro. Lo titula "Barbara" (sin tilde, sí), que es el nombre, como bien saben sus lectores, de su mujer. Es, claro está, un poema de amor emocionante que comienza: "Me hablaban de una joven de París a la que nunca conseguía ver. Una tarde de febrero, entró en el despacho donde yo corregía un libro".
Me alegro mucho de que Náufragos sobreviva a los temporales, cada vez más frecuentes y peligrosos. Nunca nos hemos sentido, ay, más cerca de pérdidas, desgracias y desastres. También por lo que tuvo de visionaria, merece la pena destacar la idea de este hombre íntegro y sereno que no deja de buscar, a pesar de los pesares y en buena compañía, la verdad y la belleza.