23.2.23

Escribano lee "Sobre el azar del mapa"

Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) es autor de más una decena de libros de poesía y está incluido en algunas de las mejores antologías de poesía española. Su último libro Sobre el azar del mapa, publicado por Tusquets, se presenta ante el lector modo de cartografía textual viajera, como si fuera un cuaderno de apuntes realizado durante la travesía, aunque su autor nos señala que su escritura fue posterior al viaje, siguiendo el hilo que le tendía, tiempo después, la memoria.
Estructurado en dos partes, “Cuaderno de Sofía” y “Cuaderno suizo”, cada una de ellas poetiza un recorrido. La primera está dedicada a la capital búlgara. La segunda está consagrada a las ciudades de Grandson y Ginebra. Dos travesías, también, a dos experiencias personales transformadoras. La vida como viaje, entendida por Curtius como una metáfora histórica, es uno de los tópicos que cruzan desde tiempos inmemoriales nuestra literatura. Este lugar clásico presenta, como fórmula derivada, la imagen del libro como camino, como espacio de crecimiento, puesto que, igual que todo viaje convierte a su protagonista en un Ulises que vuelve de él transformado, también así le sucede al lector de cualquier obra. De esta manera, Sobre el azar del mapa relata poéticamente el recorrido geográfico llevado a cabo por su autor, pero, al tiempo, regala a los lectores la experiencia profunda de asistir desde las páginas del libro a ese desplazamiento y, también, a la huella impresa y al aprendizaje adquirido por el escritor que, por derivación, también obtiene el lector.
La primera parte del libro está hecha de contrastes. Las descripciones no son cuadros quietos, sino que están cruzadas por la emoción y un pensamiento sutil que no juzga, sino que sólo contempla y deja que el lector comparta y sienta. El poemario refleja, así, una escritura limpia, una poesía deslumbrante en su verdad sencilla. Está cruzado por una forma de mirar intensa. Ya desde el primer poema, el sujeto lírico se encuentra con una mirada que le cuestiona: “los ojos de esa niña/ que ahora nos observa con tristeza/ desde el mural pintado en la fachada/ de una casa cualquiera de Sofía.” Igualmente, alguien desde un balcón se encuentra con los ojos del poeta: “alguien,/ asomado a un balcón, también te mira”, alguien en una calle los evita: “miradas que rehúyen/ la virtud del encuentro”. Toda la sensualidad de la que es posible una ciudad contribuye a dibujar el rostro de un lugar recién conocido, y acompaña al aprendizaje que supone el viaje, tamizado por la presencia consciente de cada estampa viva.
Con una escritura delicada, que parece que fluye, y con un ritmo melódico, que se ajusta a la mirada respetuosa y también piadosa de quien escribe, van dibujándose con palabras paisajes diversos, en los que, en ocasiones, el desconcierto se hace presente. El monasterio de Rila, rodeado de montañas con nieve y bosques, le hace decir al poeta, en una magnífica -sólo aparente- paradoja: “Lejos del mundo,/ estamos en el mundo”. También la luz, en vez de blanca, adquiere los matices de la vida del lugar visitado: “¿Qué decir de la luz?/ A uno se le antoja casi gris./ Del color/ -sucio e indefinido-/ que proyecta la vida/ a finales de invierno/ en esta capital/ que lleva el nombre/ de la sabiduría.” El autor suma, así, una poesía fruto del contemplar, con relato y reflexión, sin que en ningún momento estos últimos resten poeticidad al libro.
La segunda parte retraba un viaje realizado a Suiza, y está dividido en dos partes, “Grandson” y “Ginebra”. Este primer apartado, dedicado a la ciudad que le da nombre, deposita sobre los ojos del lector paisajes llenos de luz nítica. Así, se nos muestra el amanecer, cuyo ascenso sobre fachadas y árboles parece “el anuncio/ de una nueva existencia”, También nos regala la noche o el frío íntimo en las estancias interiores, que hacen preguntarse al poeta con esa mirada que se activa en todo viajero que recorre las calles tachonadas de ventanas encendidas: “¿Qué secretos esconden esos cuartos/ donde viven el misterio de la noche?”.
Pero, además, esta segunda parte del libro se puebla de las palabras y el pensamiento de algunos escritores que vivieron en Suiza: el venezolano José Antonio Ramos Sucre, el argentino Jorge Luis Borges, los españoles María Zambrano, José Ángel Valente, Alfonso Costafreda, Pere Gimferrer y Aquilino Duque. Como un homenaje lector, sobre todo en el apartado dedicado a “Ginebra”, van pasando enhebrados a la propia vivencia de Valverde, retazos literarios procedentes de distintos autores. Entre ellos, en un magnífico juego polifónico de cajas chinas, el poeta recoge la voz de Eugenio Montejo que relata, a su vez, la enfermedad y trágico final de “su paisano Ramos Sucre”. De igual modo, se recuerda la tumba del poeta Borges hallada junto a la de Calvino, Musil, Piaget, Hohl, o Sofiya Dostoyevski.
Es, en definitiva, Sobre el azar del mapa un libro cargado de emociones y paisajes palpitantes. Ávaro Valverde regala al lector en este libro su mejor poesía, esa que le permite compartir no sólo los espacios geográficos recorridos sino, sobre todo, el aprendizaje y las emociones experimentadas en ellos. Escribe Valverde en uno de los poemas del libro: “Si la poesía es una casa,/ esta es por demás habitable”, habría que añadir, a la luz de este poemario, que, además, la poesía de Álvaro Valverde es, también, acogedora, profundamente emocionante y verdadera.
                                                                                                       Asunción Escribano

NOTA: Esta reseña se ha publicado en la revista CULTURAMAS