27.3.23

Fermín Herrero lee "Sobre el azar..."

Pese a su cita anual durante tantos inviernos y al hecho de que yazga en la isla de los muertos, Brodsky nunca se consideró veneciano, como, creo, el esteta Paul Morand. Tal vez un título de este último, 'Venecias', le sugiriera a Álvaro Valverde, poeta fundamental de nuestro tiempo, uno suyo: 'Plasencias', en torno a su ciudad natal. Entre esto y su novela 'Las murallas del mundo' se labró fama de escritor sedentario, si bien luego ha publicado, por caso, las prosas 'Lejos de aquí', con una incursión por tierras de Flandes o un libro de poemas situado en Tánger. En su última entrega, de una sencillez honda y emotiva, 'Sobre el azar del mapa', un paso más en la consolidación de una obra cardinal de la lírica contemporánea, recrea también el tópico clásico del 'homo viator', que conduce, como señala la cita inicial de Marta Rebón, al 'homo scribens'. «Tan lejos de casa», dice un verso en un poema que remite, como el título del volumen, a su primera incursión lírica: 'Territorio'. Su poética ha tendido siempre, en el hilo temporal, a la espacialización.

El libro está dividido en dos partes. La más larga, medio centenar de poemas, muchos breves, bastante minimalistas, uno en prosa, es su visión, casi de continuo bajo la nieve o la lluvia, de la capital de Bulgaria, «que lleva el nombre/de la sabiduría», tanto de su geografía física (bulevares, fachadas, mercadillos, tranvías, parques, estatuas, iglesias ortodoxas, murales, grafitis y pintadas…) recorrida por las huellas de la Historia a la que ha sobrevivido (prehistóricas, tracias, romanas, bizantinas, rusas, fascistas, hasta el horror de la arquitectura comunista de las periferias, una mezquita otomana o una sinagoga sefardita) como de su geografía humana: sofiotas desconfiados, de miradas huidizas, pobres con sus «bolsas de plástico»… Una Sofía, aunque la imagine pletórica de primavera en un poema, invernal, de una belleza melancólica («es la melancolía/el verdadero genio del lugar»), ajada, decadente, neblinosa, desconchada, mustia, deslucida, grisácea, en suma. Lo que no quita, muy al contrario, para que le atraiga y nos la haga atractiva, por ser tan auténtica, lo contrario de un parque temático, y porque «el frío es la expresión/de la pureza./Lo que es limpio/trasluce por el hielo», como reza uno de los poemas sucintos. El poeta sabe encontrar la hermosura en la desolación.

El apartado final, 'Cuaderno suizo' (en 'Lejos de aquí' se narraba un viaje rápido a un barrio de Lucerna), se divide en dos paradas, Grandson, cuyo origen es «un pequeño pueblo/fundado en el medievo/a la orilla de un lago», donde Valverde nos regala estampas contemplativas fruto de una estancia tranquila, y 'Ginebra', centrada sobre todo en poemas de escritores relacionados por vida u obra con la ciudad. Tras una meditación inicial mientras observa el caudaloso Ródano, en contraste con su Jerte guardián, dedica versos a Costafreda, Valente, Aquilino Duque, Gimferrer, Ramos Sucre, María Zambrano y especialmente a Borges, a quien ya se había encomendado en la sección anterior.

NOTA: Este texto del poeta y crítico Fermín Herrero forma parte del artículo "Por lugares ajenos: tres títulos literarios para viajar por Venecia, Ginebra y Sofia", donde reseña, además del mío, dos libros más: Marca de agua, de Joseph Brodsky, y Goethe y Beethoven, de Romain Rolland. Se ha publicado en la sección Un ángulo me basta de La sombra del ciprés, suplemento de cultura de El Norte de Castilla

La fotografía, "Góndolas por los canales de Venecia", es de Alberto Pizzoli e ilustra el citado artículo en el periódico.