Como explica en su lúcido prólogo Jordi Doce, a los diecisiete poemas que el poeta venezolano (Barquisimeto, 1930) destinó en Gestiones
al diálogo poético con su maestro Rilke se suman cuarenta y tres inéditos,
los que componen este libro inesperado, siquiera sea por la avanzada edad de su
autor. Precisamente desde Gestiones, el poeta viene realizando “un viaje
hacia el despojamiento verbal y cierta ligereza”, anota pertinentemente Doce.
De ello es buena prueba este, menudo pero sustancial, de iluminaciones y no de
deslumbramientos, donde Cadenas muestra y no demuestra, a través de poemas muy
breves y sin título, propios de su “decir exiguo. “Pocas veces en nuestro
idioma la palabra se presenta tan desnuda, tan inerme y vulnerable”.
Admira del praguense su lentitud, “poeta de la espera, de la infinita paciencia”.
No estamos aquí ante el Rilke “extraño”, “desterrado” y “solitario” de Gestiones, sino ante el dotado para “dar a las cosas su vida, su realidad más íntima”. Al leerlo, Cadenas se lee a sí mismo.
“Ibas / hacia donde no llega / ningún camino”, comienza. Y sigue: “Iniciabas / socavando / certidumbres”. “Aprendo a ver, repetías”, lo que coincide con la visión de este poeta de la mirada: “Les hablaste a los hombres para que se mirasen”.
“Todo era / un desaprender /en pos de la totalidad”, leemos. Y: “Enseñas sosiego”. Cree que su infancia “se volvió hondura”. “Dijiste / para mostrar el pasmo / de estar aquí”, sentencia. En “el ahora / eterno”.
Se fija Cadenas en su errancia, “de país en país”, y en su no pertenencia.
En la sección II, la nuclear, “El viajero andaba”, “Llegué a ti tarde” y “Pasé a tu lado”, tres poemas hermosísimos.
“Tu obra: un leve llevar de la mano / a donde ser sin más y vivir se conciertan”, concluye.
Admira del praguense su lentitud, “poeta de la espera, de la infinita paciencia”.
No estamos aquí ante el Rilke “extraño”, “desterrado” y “solitario” de Gestiones, sino ante el dotado para “dar a las cosas su vida, su realidad más íntima”. Al leerlo, Cadenas se lee a sí mismo.
“Ibas / hacia donde no llega / ningún camino”, comienza. Y sigue: “Iniciabas / socavando / certidumbres”. “Aprendo a ver, repetías”, lo que coincide con la visión de este poeta de la mirada: “Les hablaste a los hombres para que se mirasen”.
“Todo era / un desaprender /en pos de la totalidad”, leemos. Y: “Enseñas sosiego”. Cree que su infancia “se volvió hondura”. “Dijiste / para mostrar el pasmo / de estar aquí”, sentencia. En “el ahora / eterno”.
Se fija Cadenas en su errancia, “de país en país”, y en su no pertenencia.
En la sección II, la nuclear, “El viajero andaba”, “Llegué a ti tarde” y “Pasé a tu lado”, tres poemas hermosísimos.
“Tu obra: un leve llevar de la mano / a donde ser sin más y vivir se conciertan”, concluye.
Rafael Cadenas
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2024. 80 páginas. 11 €
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.