Confieso que la primera impresión
cuando se me propuso formar parte del jurado de este premio fue de extrañeza.
Luego, de forma inmediata, dudé. Sí, había participado en múltiples jurados a
lo largo de mi vida, pero todos habían sido literarios; más que nada, de
poesía. Nunca fue fácil juzgar el trabajo de otros, pero hacerlo sobre una
materia que uno no conoce bien ni cuyos resortes domina… Es verdad que tanto el
fotógrafo como el poeta se constituyen, como dijo Valente y me gusta repetir,
en torno a dos reinos. Uno es el de la visión. De la mirada, prefiero decir,
que comparte con el fotógrafo. El otro es de la memoria, que, al menos en mi
caso, va indefectiblemente unido a la fotografía, ya que ayuda a fijar lo
retrospectivo. Porque, como el poema, consolida un instante para siempre.
Parecidos razonables hay, no cabe duda. Por eso acepté al final el envite.
Agradecido, claro.
Después de ver las imágenes
finalistas, comprendí que, gusto personal mediante, uno tenía algo muy parecido
al criterio. La ayuda de mis compañeros de jurado, José Tono y Manuela Lorente,
completó el círculo. Ojalá acertáramos.Por lo demás, nunca he sido un buen fotógrafo. Aficionado, quiero decir. Herencia paterna, me temo. Ni antes con las cámaras analógicas ni ahora con las de los móviles, que han convertido a cualquiera en un presunto artista.
Es cierto que he estado cerca de ese oficio desde hace casi medio siglo: mis suegros y un hermano de mi mujer se han dedicado a esa profesión en el placentino Estudio Foto Rex, que nació en Tánger.
Dándole vueltas al asunto que nos
ocupa, caí en la cuenta de que mi relación con la fotografía era más intensa de
lo que pensaba. Además de por mi interés por ese género artístico, en lo que
respecta a mi propia poesía. Así, he escrito poemas inspirados en imágenes
concretas. Por ejemplo “Borgeana”, un homenaje al poeta argentino Jorge Luis
Borges a partir de las fotografías que le hizo Fernando Scianna en Sicilia. O “Campo
de robles en Wamel”, basado en “Eichenkamp bei Wamel”,
fotografía de Albert Renger-Patzsch fechada a mediados de los años
cuarenta del siglo pasado. Y “Vista de ciudad con transatlántico”, que surgió
de la fotografía del mismo titulo tomada por el maestro Horacio Coppola en
Buenos Aires allá por 1936. A las de otro fotógrafo genial, Bernard Plossu, le
dediqué toda una serie. En mi último libro, Sobre el azar del mapa,
también hay poemas inspirados en viejas instantáneas de la ciudad búlgara de
Sofía o en retratos del viajero Patrick
«Paddy» Leigh Fermor cuando pasó por allí.
He encontrado muchos versos que
tienen que ver con esto mismo, donde aparecen la palabra foto o fotografía,
lo que demuestra una constante.
Es en mi colaboración con el
fotógrafo suizo Patrice Schreyer donde mejor se aprecia esta simbiosis,
digamos, entre las imágenes y las palabras. A instancias del galerista
ginebrino Jorge Cañete, Schreyer visitó Extremadura. Nunca había estado antes.
Fue a finales de año y en una época de lluvias. Viajó por toda la región y de
ese recorrido surgieron numerosas instantáneas. Melancólicas, casi en blanco y
negro. De una Extremadura inédita, diría. O inexplorada. Después de verlas, en
un rapto que no pude controlar y que duró un par de intensas mañanas, escribí,
de manera sucesiva y casi automática, un centenar largo de dísticos (un par de
sencillos versos) que al final acompañaron a aquellas en un libro titulado,
como la muestra celebrada, por primera vez, en la localidad suiza de Grandson, Extremamour.
Copio algunos. Los que considero más adecuados para expresar lo que esas
fotografías me inspiraron.
Que la naturaleza es un secreto
lo sabemos al ver lo que nos muestra.
Es la imagen del campo esta que doran
las ráfagas de luz del sol primero.
Dejad que el sol corone
la lenta superficie de las
cosas.
La niebla, ese fenómeno
que viste de misterio
cuanto toca.
Saudoso atardecer, triste el
ocaso
que precede a la noche más
oscura.
En la ventana,
un pequeño reptil se bebe
el sol.
Hoy la melancolía es ese claro
que alumbra entre las
nubes un misterio.
La roca solitaria en medio de la
loma
sirve para explicar la
metafísica.
La más humilde flor echa por
tierra
cualquier tratado en torno
a la belleza.
No hay nada más concreto
que lo abstracto.
La luz es la materia de las
cosas.
Ese rayo de sol, una
promesa.
Hasta donde la vista alcance
está mi reino.
NOTA. Este texto abre el catálogo Concursos Sociales 2022-2023, de la Real Sociedad Fotográfica de España. Lo publica Ediciones Asimétricas.
Ilustra esta entrada la fotografía de © Mariano Gómez Isern que ganó el primer premio del concurso en la categoría de blanco y negro.