17.5.06

Una comida en Badajoz

Ayer en Badajoz el calor era insoportable. Por la mañana, presentamos en la Feria del Libro, en una carpa de plástico (pero con aire acondicionado) a pleno sol, dos libros de la ERE: Vargueño de saudades, de López Prudencio, un delicioso animal melancólico (en edición de Simón Viola), y La soledad partida, de Jesús García Calderón, una antología que demuestra a las claras el buen poeta que es. Después, nos fuimos a comer. Además de Simón y Jesús, nos sentamos a la mesa Engracia Domínguez, de la ERE (toda una institución), Antonio Carvajal, el poeta y profesor granadino, prologuista del libro de García Calderón, y uno mismo, claro. La comida estuvo a la altura. No, no hablo de las viandas (sabrosas y aceptables) sino de la conversación. El mano a mano de Jesús y Antonio fue (es) memorable. Se habló de poesía, como es lógico, pero también de otras cosas. No en vano, Jesús lleva una doble vida: la de poeta (de lo que no va) y la de Fiscal Jefe de Andalucía (que lo es, sí, pero de lo que tampoco presume). Lo más apasionante, con todo, fue el relato de sus viajes por América. El editor que ocasionalmente soy no ve el momento de que pase al papel esas aventuras. Y luego nos las entregue, por supuesto. Van de lo hilarante a lo trágico, como la vida misma. La muy intensa que lleva, con una dignidad y una pasión que sobrecogen, mi admirado amigo.