21.1.07

Brutus

Cuando hemos llegado al molino (era la hora de comer), nos hemos encontrado a la perra con la pata rota. Tenía un hematoma (casi herida) y, al levantarse, la llevaba literalmente colgando. Lo primero que hicimos fue entablillársela. Alberto, pobre, lloraba. Brutus gemía a causa del dolor. Hemos dejado encendidas las chimeneas y a los abuelos acomodados y, tras subirla al coche, a duras penas, hemos vuelto a Plasencia en busca de un veterinario. Hemos localizado en una clínica a una chica joven que ha sido muy amable. No era hora ni día, la verdad. Le ha hecho una radiografía que ha confirmado la sospecha: la mano, como precisó ella, está rota. Después de curarla e inyectarle un analgésico hemos regresado al campo. Se ha portado fenomenal. Durante el viaje (con Alberto atendiéndola) y en la consulta. Mañana por la tarde la operan. La hemos dejado en el salón. Con agua abundante. Mañana debe estar en ayunas.
Qué pocos somos cuando estamos enfermos. Y esto vale para perros y para personas. Con lo contenta que se pone al vernos los domingos. Y lo que agradecemos nosotros esa alegría. En fin, mañana por la noche o el martes por la mañana daré el siguiente parte veterinario.