22.3.15

Cargas familiares

La primera incursión poética impresa de Fernando Pérez Fernández (Cáceres, 1984) de la que uno tiene noticia tuvo lugar en el número 1 de la colección 3 x 3 de Antonio Gómez. Nueve poemas (o fragmentos) brevísimos. Fue en 2010. Le acompañaron en su debut Elena García de Paredes y Javier Rodríguez Marcos. Ahora, de la mano, como tantos jóvenes, de La Isla de Siltolá, aparece su primer libro, Cargas familiares
Se abre con dos citas enigmáticas. Una de Rousseau, de Cartas a Sofía: "El tacto parece ser el único sentido de la ostra", y otra de Kipling, de "Hymn of Breaking Strain": the burden of the Odds (la carga de las probabilidades). 
En "Cuentas rendidas" el autor nos explica que el libro es "una reunión de poemas escritos durante 15 años, a intervalos irregulares y en remesas distintas". Es algo que no se aprecia. Quiero decir que el lector se enfrenta a un libro, como quien dice, recién armado, con las correcciones y ajustes consiguientes, y quien lo firma tiene treinta años, alguien con madurez sobrada, lo que no sé si se sigue valorando entre las nuevas hornadas poéticas donde, como siempre, la precipitación suele ser ley. Él mismo cuenta que ha contado con opiniones inestimables y cita a Julián Rodríguez y Martín López-Vega que "siguen siendo los críticos más convincentes que conozco". Menciona también, entre otros, a Carmen Hernández Zurbano y a su tía Isabel (biógrafa de Carolina Coronado), que no son malas referencias, y a Javier Sánchez Menéndez, su editor, otra pieza clave, me consta, en la definitiva configuración de la obra. Por otra parte están, claro, las lecturas, que se presuponen concienzudas y abundantes. FPF ha tenido buenos maestros, como hace constar: su abuelo, Fernando Pérez Marqués, y su padre, Fernando T. Pérez González, por ejemplo. El segundo, permítanme el comentario, habría celebrado no sólo la salida de Cargas familiares, sino también su modesta, elegante y limpia edición. 
Más allá, poemas breves, sintéticos, que no se pierden en zalamerías liricoides, en absoluto palabreros (según la moda), ajustados, precisos, con versos cortos salvo alguna incursión en el poema en prosa, que suenan, en fin, estupendamente. Poesía, pues, sugerente, elíptica, cercana a lo que importa y a la vida, pero sin confesionalismos. Así, "La encimera". Y la figura de la madre, Asunción Fernández Blasco, Susi, de capital importancia en esta empresa si tenemos en cuenta las palabras de FPF en el párrafo final del libro: "salvo 'Encimera' todos los poemas son para mi madre. Porque insiste en que me esfuerce para ser feliz con los demás, en la alegría".
Más allá, poemas excelentes como "Lo sé", "Me pregunto por qué", Allí, donde vivimos" (uno de los que más me gustan), "Domingo en el chalet", "Abluciones", "Preguntas", "Necesitas terapia"... Vamos, todos los que componen la primera parte: "Muestras de cariño". "Hacerse alusiones", la segunda, es más cerrada, según creo, de mayor densidad expresiva, en la que el poeta usa, ya se dijo, la forma del poema en prosa. Con todo, en ella encontramos un conmovedor poema de un solo verso: "Un amigo muerto en la infancia": Mientras dormíamos, Plutón ha dejado de ser un planeta.
En "Castillo flotantes" vuelve el FPF más personal y biográfico ("El miedo / que fue tu segunda lengua materna"), el de poemas como "La parte antigua" o "Cementerio III".
Dije en cierta, infausta ocasión que la saga familiar de los Pérez, escritores extremeños del XX, tendría continuidad. Siquiera por una vez, he acertado. Este libro lo demuestra y, además, de la mejor manera posible. Uno lo festeja. En lo más hondo.