8.9.15

Las huellas de Juan Malpartida

Bajo el título Huellas, el marbellí residente en Madrid Juan Malpartida (1956) reúne su poesía completa, la publicada entre 1990 y 2012. 
Director de la veterana revista Cuadernos Hispanoamericanos, ensayista, autor de diarios, traductor (de Eliot y Tomlinson, entre otros) y, sobre todo, poeta, La Garúa nos ofrece ahora la posibilidad de apreciar la obra lírica de uno de esos poetas que quedan al margen de los manuales y las antologías, pero cuyos versos (y poemas en prosa, en el caso de Malpartida) bien merecen la atención del lector más cuidadoso.
En un bello y preciso texto que publica a modo de epílogo, "Los días del tiempo", donde reflexiona sobre la poesía y sus particulares circunstancias, una especie de autobiografía poética al cernudiano modo, leemos: "Digo palabras porque creo que el lenguaje verbal es lo más humano que tenemos, lo que mejor nos define, lo que habla de todo lo demás, sea música, pintura, escultura o arquitectura". Vuelve a recordarnos que "Un poema se hace con palabras" y que "A los buenos poemas no suele sobrarles nada, aunque a veces les falta". Alude al "mundo" que se requiere para que el poema exista y que la naturaleza del poema "sólo se realiza en una persona, en una biografía, en un ser mortal y que se sabe mortal". Confiesa: "he tratado de que mis poemas reflejen mi vida. Me ha gustado contarme en mis poemas" y cita a continuación a Montaigne. También a sus primeros maestros: JRJ, Antonio Machado, Lorca, Borges y, antes que ninguno, Octavio Paz. Sí, en lo intelectual (todo un pensamiento, además de una ética) y en lo poético, la obra de Juan Malpartida debe ser comprendida a la luz del poeta mexicano. Cabe precisar, de paso, la impronta americana de cuanto ha escrito. Es uno de los pocos autores españoles que desde hace muchos años franqueó la invisible frontera atlántica y su voz es incomprensible sin la suma de voces de numerosos escritores ultramarinos, algo que le emparenta con otro solitario, de su misma generación de edad: Andrés Sánchez Robayna. Ambas poéticas, dos aventuras singulares, serían islas en nuestro panorama, más dado a la indiscriminada unión de lo continental que a la sutil diferencia que adopta lo que se quiere archipiélago. 
Por el reguero de contadas dedicatorias, se puede deducir la estirpe a la Malpartida pertenece. La de los que han adoptado el término matemático fractal para referirse a lo que escriben. «La poesía es una regularidad capaz de expresar las dimensiones irregulares de la vida, el contorno cambiante de una nube, el fluir de un río, la palpitación de una pasión abriéndose paso entre la multitud anónima a la búsqueda de un rostro único». Una geometría que huye de las figuras tradicionales, de lo bien hecho y de lo más que visto. 
Como bien dice, «Un poema, tomado en su última significación, en la más humana, es sólo una huella, el testimonio, sea grande o pequeño, perdurable o fugaz, de la vida». He aquí las que ha trazado Juan Malpartida para el bien de la poesía y de su inmensa minoría de apasionados lectores.