9.2.16

Moga en la Editora

Entre unas cosas y otras, casi un año después de que abandonara su cargo Rosa Lencero, por fin la Editora Regional de Extremadura tiene nuevo director. Como en el caso de aquélla, con la responsabilidad añadida de asumir la coordinación del Plan de Fomento de la Lectura extremeño. 
Tras una primera búsqueda que resultó infructuosa, la Junta optó por convocar un proceso de pública concurrencia competitiva para la selección de un candidato a ambas funciones y del mismo ha salido elegido (por la Presidencia de la citada Junta), a la vista de sus méritos y de la memoria con "las mejoras y objetivos a realizar", el poeta, crítico, bloguero y traductor barcelonés Eduardo Moga (1962). 
La reacción en los precarios medios culturales extremeños (buena parte de ellos en el exilio) ha sido de frialdad. Entre otras razones, porque la institución, otrora puntera, ha quedado postrada en un discreto olvido. La sorpresa, con todo, ha sido mayúscula. Para empezar, no pensaba uno que le interesara a alguien como él, un cosmopolita residente en Londres, un puesto así. Y no porque Moga no sea conocido y aun reconocido entre nosotros. Con casa en Hoyos, pueblo de la familia de su mujer, su presencia en esta tierra ha sido constante en los últimos años. Aquí tiene amigos y, cómo no, lectores. En la Editora, sin ir más lejos, ha publicado ya dos libros: El desierto verde y La disección de la rosa.
Que el designado no sea extremeño da, según lo escuchado, para dos interpretaciones contradictorias: que seguimos siendo un pueblo de paletos sin autoestima e incapaces de valorar lo propio, de ahí lo de nombrar a uno de fuera, y que, a diferencia de otros, no somos ni terruñeros ni nacionalistas ni siquiera regionalistas, de ahí que no nos duelan prendas designar como responsable de la Editora y del Plan a un forastero que es, para colmo, catalán. 
Moga y su antecesora
Uno, que está a favor de la libre concurrencia, de los méritos, de la limpieza, de la luz y los taquígrafos, aplaude el gesto y asume que su currículum le avala. Cosa distinta es que crea que, a pesar de sus demostradas capacidades, pueda llevar a cabo esa digna labor que, como él quiere, conduzca de nuevo a la Editora al sitio que nunca debió abandonar, como la mejor editorial pública de este país. Y mis dudas, ojalá me equivoque, proceden del previo conocimiento del personal dificultativo, que diría su antecesor Fernando Pérez, con el que va a tener que bregar, de las cortapisas burocráticas, del escaso apego de nuestros gobernantes por la cultura (no digamos ya por los libros) y, en fin, de las condiciones leoninas impuestas por los exiguos presupuesto con los que ha de contar. Tiene, es verdad, más allá de sus valores, de la confianza en sí mismo y de su fuerte carácter, un apoyo fundamental: la profesionalidad y el tesón de María José Hernández, jefa de sección de la Editora. Su alma. Quien mejor la conoce. Alguien, por cierto, que formó parte del grupo de trabajo que valoró las candidaturas.
Por lo demás, cuando a uno le tocó ocupar ese puesto, por la libre decisión del consejero Francisco Muñoz, siempre tuve claro que mi tarea era propia de un técnico, no de un político. Y así me fue.
Creo que Moga nos conoce y nos aprecia. A los extremeños, digo. Y que sabe la importancia que para algunos de nosotros tuvo, tiene y tendrá esa pequeña isla literaria, histórica y artística que, desde la excelencia, nos definió mejor que casi nada. Fue acaso nuestra mejor marca. Junto a algunas denominaciones de origen. Le deseo mucha suerte y templanza en la faena, falta ha de hacerle, y muchos éxitos. Nos va no poco en ello. ¡Carretera y manta!