11.4.16

Cumbreño cuenta

Contar, sí. No es mal título el elegido por el poeta y editor José María Cumbreño (Cáceres, 1972) para su nuevo libro, del que lo primero que llama la atención es su bonito aspecto, cuidado hasta el más mínimo detalle por papelesmínimos, el sello madrileño que lo publica. Contar en un sentido numérico y contar porque el narrador que habita en Cumbreño no se resigna a dejar de hacerlo. Estamos ante una suerte de diario. Cada mes del año tiene su propio poema. Abre "Enero", escrito en renglones, no en versos (como otros del conjunto), donde explica sus intenciones con respecto al cuaderno que acaba de inaugurar. Cierra "Making-of", donde hace balance del recorrido. Y todo con una claridad meridiana. Uno diría que Cumbreño es partidario de la realidad, no del realismo (que, como diría Gamoneda, es "tendencia literaria", no "dimensión de la vida"), y por eso se conduce como lo hace, entre la lucidez y el desencanto. Por dónde si no. Ya lo comprobamos al leer Made in China, su libro anterior. Los suyos son poemas, poco importa en qué forma, que tratan de asuntos cotidianos, aunque no insustanciales (porque siempre van más allá de la anécdota): de la purga de los radiadores, de la ropa, de los viajes al trabajo ("once años viajando sin viajar")... 
La intimidad, esa cosa tan seria, se nos muestra con una sencillez pasmosa y llegan con ella su padre y su madre (a los que dedica sendos poemas que están entre lo más logrado de la obra: "Agosto" y "Octubre", respectivamente), su mujer Chose y su hija Irene (digo sus nombres porque él los enuncia), el hijo de la primera, Manu (destinatario de otro poema memorable: "Noviembre (Catorce años después)"), los amigos... Siempre, eso sí, en el emboscado territorio en el que la verdad y la ficción deliberadamente se confunden. 
La memoria, la infancia ("Julio (El hilo musical)"), la reflexión (que suele coincidir con los poemas que nombran a los meses)... la vida, en suma, que pasa ante nuestros ojos y que hacemos también nuestra sin poder evitarlo. Nunca se había expresado Cumbreño, o eso creo, con semejante claridad. Tan a tumba abierta. Algunos llaman a eso madurez. 
El canto y el cuento (como en "La sala de espera"). Lo fragmentario y lo aforístico, de lo que es buena prueba "Doblaje", un poema, digamos, que justifica este libro. Como "Contar", el que le da título, donde reconoce que, cuando escribe, le "gusta utilizar elementos que sean opuestos. O que al menos lo parezcan" (alto y bajo, por ejemplo) y que con ello consigue crear un "tercer espacio" ("que ya no es ni alto ni bajo, sino ambos y ninguno de ellos"). Pero "que eso me pasa cuando escribo. La vida es otra cosa". 
Entre otros, me ha llamado la atención el poema "Drama em gente", sobre todo porque parecía que Pessoa ya no iba a dar más de sí. 
He disfrutado con esta lectura. Entre líneas, da cuenta de la vida de un hombre; pero al hacerlo, y esto es lo llamativo, relata la vida de cualquiera.