3.6.16

El color de la granada

Ya ocurrió en la pasada edición y se ha repetido en la última. Que en los premios de poesía de la Fundación Loewe el libro ganador del Premio a la Creación Joven sea más interesante que el que lo consigue en la categoría absoluta. Dos mujeres muy jóvenes, ambas hispanoamericanas, han logrado lo que considero una pequeña pero significativa hazaña, sobre todo si tenemos en cuenta que el papel femenino en ese galardón ha sido escaso. Hablo de la colombiana María Gómez Lara, autora del espléndido Contratono, y de la ecuatoriana Carla Badillo Coronado, que firma El color de la granada. Un par de obras que dan en el clavo poético, sin duda. De ello habla en su prólogo al segundo Antonio Colinas quien alude a un libro "de madurez plena" que consigue "el hallazgo de un misterio".
Como Badillo Coronado (Quito, 1985) reconoce en "Antes de iniciar el viaje", el protagonista de su libro es Sayat Nova, poeta, músico y ashik del siglo XVIII nacido en Georgia que tuvo una vida intensa y azarosa sobre la que el ruso Sergei Paradjanov rodó una película (1968), titulada del mismo modo. Vida y película inspiran estos cincuenta y un fragmentos divididos en siete partes que se corresponden con las etapas vitales de Nova: niñez, juventud, temporada en la corte de Erekle II, expulsión de ésta, su paso por el monasterio, el sueño y, por fin, la muerte.
"La granada -nos recuerda la autora- es un fruto de color rojo muy apreciado en zonas desérticas" y, según la creencia popular, tiene 365 semillas, una por cada día del año.
Lo simbólico es aquí ley. De ahí ese misterio a que aludía Colinas y que él relaciona con una frase de María Zambrano: "Los símbolos hace posible la existencia".
La vida y los pensamientos del trovador georgiano van siendo desgranados por CBC de manera sutil y enigmática, con una gran economía verbal que se acompasa bien a quien fuera místico y monje. Para ello no necesita de más música que la de las palabras. Ni siquiera usa signos ortográficos, salvo los puntos finales de cada fragmento de este poema, digamos, total.
Por el camino, versos que parecen sentencias. Estos he anotado: "el diablo es el tiempo". "La vida es un terreno salvaje". "Nuestro cuerpo está plagado de pequeñas luchas". "Toda historia de amor / es potencialmente / un arma letal". "La belleza es la profanación / de la cual yo me alimento". "Pensar en la muerte / es otra forma/ de cavar mi tumba". "Mis poemas provienen de un encierro 7 del más implacable, del más cruel: / el del tiempo". "Todo lo bello es sagrado / y todo lo sagrado obsceno". "La muerte es otro tipo de exilio".
En la octava parte, diez cantos. Tal vez lo mejor de todo. El primero desvela la clave literaria que encubren estas páginas: "Quien ahora escribe sobre esta página / pretende interpretarme / volverme a la vida a través de estos poemas / Pero soy yo, Sayat Nova, maestro de los cantares / quien dirige sus manos, la cadencia de las palabras  / la exactitud del verso". En el II leemos: "Amo el misterio de las criaturas perdidas". En el III: "Todo poema es un anclaje a la condición humana / por ende a la animalidad". En el IV aflora el miedo. Luego vienen la mirada, la poesía como religión, las palabras que generan "sospecha": límite, jerarquía, poder. Y la palabra palabra. Y el caos. "Yo no busqué -como ustedes- refugio en la inmortalidad / Yo solo amé profundamente y tras ello dejé testimonio", escribe. Y termina: "Morirá el poeta, pero no su musa".
La aparente sencillez troca en revelación y El color de la granada resplandece con el brillo natural de la fruta y su infinito, saludable misterio.