6.2.17

Sobre la lectura

Antonio Armero, periodista del diario HOY, es el autor del estupendo reportaje "Líder en bibliotecas, penúltima en lectores", que publicó ayer su periódico. En él aparecen opiniones de Juan Ramón Santos, presidente de la Asociación de Escritores Extremeños, y de Eduardo Moga, director de la Editora Regional y actual responsable del Plan regional de Fomento de la Lectura.
A uno le hizo dos preguntas, a propósito del dichoso informe de la Federación de Gremios de Editores, donde tan mal parados quedamos los extremeños. Me impuso un límite, además de las lógicas prisas: cien palabras para cada una. Demasiado poco, sí. Estas fueron mis sintéticas respuestas.  

¿A qué cree que se pueden deber estas cifras?
Ibarra cumplió con el compromiso de “Ni un pueblo sin biblioteca”. No sé cuántas están abiertas, eso sí. Aquel plan debería haber tenido una segunda fase: ni una biblioteca sin bibliotecario. Por culpa de siglos de incuria (de ahí venimos), los extremeños que leen son pocos. La escasa población lectora y la exigua compra de libros son dos caras de la misma, pobre moneda. Las librerías, espacios de resistencia. Puede que hayamos llegado tarde. Esta época líquida se compadece mal con el ejercicio de la lectura, que exige atención, tiempo y silencio. Si a eso unimos el auge de las tecnologías... Con todo, seguramente estemos mejor que nunca. Hagamos memoria.

¿Se le ocurre algo concreto que pudiera hacerse para tratar de darle la vuelta a esta realidad?
Uno achaca ese déficit al abandono de políticas educativas y culturales a favor de la lectura. Los que legislan no se dan cuenta de la importancia del asunto. Esta es una tarea paciente, más en sociedades tan poco ilustradas como la nuestra. No haría falta volver a decir que ese hábito se adquiere en la escuela, donde se debe seguir leyendo. En clase (y en voz alta) y en la biblioteca escolar. Y en casa. De padres lectores... Enfrente, el poderoso imperio de la imagen. Tampoco estaría de más que los políticos dieran ejemplo. La lectura no está ni la conversación ni en la vida ordinaria de los ciudadanos.