Más conocido como poeta (su último libro, Han venido unos amigos, ha quedado entre los cinco mejores del año pasado según los críticos de El Cultural), Antoni Marí (Ibiza, 1944), escritor en catalán, catedrático de Estética y Teoría del Arte en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, narrador y director de la colección Nuevos Textos Sagrados de Tusquets, es también un acreditado ensayista; entre sus libros de ensayo, además de El entusiamo y la quietud, una antología del Romanticismo alemán, cabe citar Euforión: espíritu y naturaleza del genio, La voluntad expresiva, Formes de l’individualisme, La vida de los sentidos y El conflicte de les aparences.
La casi secreta editorial Mudito & Co., que dirige Juan José Lahuerta, con sedes en Barcelona, New York y Venezia, publica Siete aproximaciones a María Zambrano y un acercamiento. En el cuidado, elegante librito de color rosa, Marí ha reunido, en efecto, siete textos sobre la obra de la pensadora malagueña con raíces extremeñas por parte de padre (el maestro Blas Zambrano). En una pertinente "Nota a la edición" se nos explica la procedencia de cada una de las aproximaciones. En la primera, "La creación del lector", tal vez la más compleja, a la altura de la obra zambraniana, ya sienta las bases de su pensamiento "originario"y las claves y fundamentos de su apasionante aventura filosófica, de su "camino de la contemplación interior".
"Guardar y dar la palabra" se titula la segunda, donde leemos: "La palabra de María Zambrano más que palabra es voz. Y es voz en su articulación, en su cadencia, en sus silencios". Hace alusión Marí a lo "entrevisto", lo que me recordó inevitablemente la cita que uno puso al frente de su segundo libro, Las aguas detenidas, procedente del que más me gusta de ella, Claros del bosque: "Y lo que apenas entrevisto o presentido va a esconderse sin que se sepa dónde, ni si alguna vez volverá".
"Guardar y dar la palabra" se titula la segunda, donde leemos: "La palabra de María Zambrano más que palabra es voz. Y es voz en su articulación, en su cadencia, en sus silencios". Hace alusión Marí a lo "entrevisto", lo que me recordó inevitablemente la cita que uno puso al frente de su segundo libro, Las aguas detenidas, procedente del que más me gusta de ella, Claros del bosque: "Y lo que apenas entrevisto o presentido va a esconderse sin que se sepa dónde, ni si alguna vez volverá".
La tercera, "El retiro del ser" es mi preferida, una lección en toda regla. De vida, sobre todo, porque es para eso, para lo que uno estima necesaria la filosofía, como bien concibió María Zambrano. Centrada en la idea del "ensimismamiento", en la "práctica ascética" del "cuidado de sí", "de uno mismo", que es "una cierta manera de considerar las cosas, de estar en el mundo". Aquí se evidencia la "autenticidad" de su discurso, tan cercano a la poesía, si no poesía misma. Siquiera sea porque se sostiene en una "operación de lenguaje", en sentido contrario al famoso dictum de Wittgenstein. "Es a través del lenguaje que se pronuncia la filosofía", afirma Marí. No por nada Zambrano basa su pensamiento en la "razón poética", donde condensa la esencia de su decir.
En "Pensar cómo se piensa", Marí aborda el espinoso asunto de sus relaciones con Ortega, del que fue discípula hasta que tomó su propio camino y adoptó el fragmento como método de razonamiento frente al ensayo orteguiano. Recuerda Marí a Aranguren; "La filosofía poética de Zambrano se hizo con palabras", no con ideas, como la de Ortega. Relaciona aquélla con el Romanticismo alemán y vuelve sobre su noción de Razón poética y a Anaximandro: "el pensar es un decir poético".
"La voz justa" es el prólogo que puso Marí al frente de Dictados y sentencias, selección de aforismos, digamos, entresacados de sus libros. Nos explica que la autora de Hacia un saber del alma apostó por la "creencia" ("el lugar desde donde se construye el pensamiento y al obra de María Zambrano"), no por la "idea". Se nos habla de su "camino de renuncia", "diálogo de silencio en la soledad", el de alguien que accede a la verdad "con inocencia", con "misericordia, sencillez y humildad". Su poética: "Decir la palabra exacta con la voz justa". ¡Qué belleza! Con los místicos, "querer nombrar lo innombrable". Más allá del wittgensteiniano límite del lenguaje.
"Conversión, epistrofé y método", la sexta aproximación y hasta ahora inédita, gira en torno al primer concepto, el de conversión, propio de una persona siempre "expectante". "Es una conversión de sí", para "convertirse en sí mismo" (el convertere ad se de Séneca). Una epistrofé que, según Platón, consiste en "apartarse de las apariencias": "Conocer es conocer lo verdadero. Conocer lo verdadero es liberarse". A la busca del "lugar perdido".
"Donde los dioses, allí la poesía" alude al tiempo en que "el mundo estaba poblado de dioses" y la poesía era "un medio por el cual se manifestaba el dios". Pero eso terminó. A ese final hace referencia la mal comprendida frase de Nietzsche: "Dios ha muerto". Llegó entonces la conciencia que "vino a llenar el vacío que dejó el dios en su huida".
Con todo, la sorpresa mayor de este libro intenso, que le ha devuelto a uno el espíritu y la letra de una de mis autoras de cabecera en los primeros años de formación literaria y sentimental, es el capítulo final: el acercamiento. "Conocí a María Zambrano en los últimos días de enero de 1981. Venía de París..." Así comienza el relato, con tintes novelescos y hasta mágicos, de Antoni Marí acerca de su relación personal con la pensadora, una mujer complicada, que, como es lógico, no voy a desmenuzar aquí. Diré, eso sí, que esa narración en primera persona es emocionante, más para los que admiren su obra y, de paso, conozcan también la del autor de Tríptic des Jondal. Ella fue la "guía", tal como concibió el término en Una forma de pensamiento. En esas páginas aparecen escritores que la trataron. Como Gil de Biedma, autor del poema "Piazza del Popolo", que subtituló: "(Habla María Zambrano)".
"Todo lo que he escrito, lo he vivido", le cuenta Zambrano al joven Marí, "embelesado" por su manera de hablar y de escuchar. Una maestra. Porque, como dijo en el ensayo antes citado, "La filosofía enseña a obrar, no a hablar".