6.3.17

Los ausentes

El Oteadero de Javi
A las seis, hace un momento, cantaba el mirlo en el jardín con una intensidad llamativa. A oscuras. Son los mejores despertares. Un canto precioso que ya no volverá a escuchar Quico Sánchez-Ocaña, como le llamaba mi padre, al que este hombre encantador y sonriente siempre me recordaba con afecto cuando nos veíamos los sábados en la barra del Torero. Ni la madre de Pilar Galán, que hace muy poco, en la presentación de su último libro en Plasencia, ella evocaba con una delicadeza emocionante, sin saber de su muerte inminente. O, en fin, el marido de mi compañera Chelo, muerto a destiempo, o la madre de otra compañera, Teresa, una noticia que llegaba anoche. Por personas así, conocidas o desconocidas, uno cree que es necesario escuchar con atención al mirlo. Y no ha llegado abril.