Foto: Hisao Suzuki / Junta de Extremadura |
Álvaro Jaén, líder de Podemos en Extremadura, se refirió aquí atrás en el periódico HOY al Palacio de Congresos de Plasencia como «viva imagen del despilfarro y del mal gusto». Debo ser el único placentino al que le agrada esa obra arquitectónica. Estuve en la colocación de su primera piedra y confieso que los planteamientos, entonces sólo teóricos, del estudio Selgascano para su proyecto me convencieron. La obra terminada, que sólo conozco por fuera, también. En una ciudad artística y patrimonial como ésta, esa obra debería ser tratada de otra manera. Con más respeto. La crítica especializada ya se ha pronunciado. A favor, por supuesto. El último ejemplo, las dos páginas que ha dedicado El Cultural a ensalzar el edificio, un texto bajo el título "Un cíclope sobre los berruecos" firmado por Inmaculada Maluenda y Enrique Encabo. Empieza: "Los automóviles de la Ruta de la Plata que conecta Cáceres y Salamanca aminoran su velocidad al llegar a Plasencia. El ralentí es achacable a un extraño objeto, visible desde la autovía. Este cíclope hialino de rabiosa pupila anaranjada se posa cuidadosamente -casi de puntillas- sobre los berruecos del lugar, y se identifica como el nuevo Auditorio y Centro de Congresos de Plasencia. Obra de Lucía Cano y José Selgas (ambos de Madrid, 1965), se inauguró oficialmente hace apenas cuatro semanas, doce años después del concurso que desembocó en su realización". Y termina: "la realización de un edificio no debería tratarse como algo rutinario: lo más gratificante suele esconderse, con frecuencia y como aquí, en la atenta observación y captura de lo inesperado". Sin duda, cabría añadir.
Sí, comparto con mis paisanos y con la ciudadanía en general (forasteros inclusive) que los tiempos no estaban ni están para empresas de esta índole, tan gravosas para nuestro erario; que a lo mejor no era necesario siquiera abordarla (ya se sabe que fue una promesa electoral del presidente Ibarra para potenciar la candidatura socialista de Elia María Blanco), amén de que será demasiado costoso mantenerlo; y que el sitio no es ni con mucho el mejor para su definitiva ubicación. O sí, al menos para su visibilidad. Me sorprende que se vea desde todas partes, como nuestra "encina solitaria". Y más iluminado, de noche, como el de Badajoz, obra de la misma oficina.
Lo que no parece de recibo, y de ahí esta reflexión, es que se descalifique la obra arquitectónica como de "mal gusto". Para él, querrá decir el señor Jaén, más atraído, supongo (allí coincidimos a finales de junio), por el Museo Vostell. Y para otros, que pueden ser muchos. En este país se suelen dejar caer las opiniones personales (y nada más personal que el gusto) como si de piedras de tratara. ¿Tantos son los conocimientos de arquitectura del diputado regional de Podemos como para afirmar en público lo que ha dicho? Hombre, Anatxu Zabalbeascoa no es. Del criterio de cada cual -nada, poco o muy formado- no se pueden sacar conclusiones generales. Por lo demás, en lugares más inútiles y absurdos se han levantado construcciones que al cabo del tiempo han revalorizado, y hasta sacralizado, ese presunto erial. Tiempo al tiempo.
Un día de estos, y termino, le pondrán un nombre. Doy por hecho que nunca se le llamará por tal. Más pronto que tarde, a alguien se le ocurrirá el mote adecuado. Algunos ya tiene. Pena.
Foto: Placonsa |