21.2.20

Cavafis por Durán

Entre las novedades poéticas, que tanto y para bien abundan, me detengo en una muy especial. Me refiero al libro Días finales en Grecia (Cavafis, Gil de Biedma), de Gustavo Durán (Barcelona, 1906-Atenas, 1969), en edición, para Pre-Textos, de Alejandro Duque Amusco, que también firma el prólogo. Reúne un puñado de poemas del poeta griego, que tienen la particularidad de ser las primeras traducciones de Cavafis realizadas por un español, cronológicamente hablando. 
Además, se incluye un poema inédito de Durán, la descripción pormenorizada de los documentos, una amplia cronología y algunas evocadoras fotos.
Durán, amigo de Gil de Biedma, músico y compositor de la Generación del 27, militar durante la Guerra Civil (con un gran sentido de la estrategia) y, ya en el exilio, embajador de la ONU, acabó su intensa vida (o vidas: la de músico, la de militar y político, la de diplomático) en Grecia y está enterrado en Alones (Creta) bajo un inmenso roble. Fue un "español de leyenda", según Vicente Aleixandre. 
Del excelente, minicioso trabajo llevado a cabo por Duque Amusco da fe, amén de su detallada introducción, el capítulo dedicado a los agradecimientos, tan numerosos como sus pesquisas. 
En el extenso prólogo, da cuenta de su amistad con Gil de Biedma, que está en el origen de este trabajo, ya que fue el autor de Moralidades quien depositó en sus manos estas versiones de Durán (junto a otras de Joan Ferraté que estaban en la misma carpeta), presintiendo que al final darían en libro, y así ha sido. Se centra después en la vida múltiple, digamos, de un hombre cuya biografía da, tal vez como todas, para una novela. La "cuarta vida" sería la que, ya en tierras griegas, dedicó a la poesía. La de Cavafii (sic), como él escribía. Los poemas se abren con una carta del traductor a su hija Cheli (de julio del 67) donde explica su elección (porque "su expresión no es críptica", por su lirismo "más original, misterioso y reticente" que el de Seferis -del que fue amigo- o Elitis y por su "sesgo irónico") y confiesa "lo que me han hecho sudar esas traducciones". 
Durán solicitó el "juicio crítico" de su amigo barcelonés (que terminó durante una visita veraniega a Durán su poema "Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma). Llegó, no sin demora, y con no pocas "objeciones". Suficientes para disuadir al esforzado traductor de continuar con su apasionada tarea. Por suerte, podemos leer "Las ventanas", "Monotonía", "La ciudad" o "Esperando a los bárbaros" (¡qué poema!) y comprobar que, a pesar de la traducción, la poesía del alejandrino está presente, detalles métricos y estilísticos al margen. Para uno, pura delicatessen.