era aérea y sin duda panorámica.
Dispuesta para el lienzo de un realista.
Abajo, a nuestros pies
–lentas, serenas –
las aguas del Guadiana.
Enfrente, Portugal.
Allí a lo lejos, Elvas.
Blanca en lo blanco,
que diría Andrade.
Desde aquella terraza,
con todo, no apreciábamos
el perfil más hermoso
de la ciudad lejana y fronteriza
a quienes tantos niegan su belleza.
Esa línea de cielo
que forma la Alcazaba y cuantas casas
resisten contra el tiempo, justifican
una vieja pasión por ese sitio
del que rescato amigos y memoria.
Badajoz, tu ciudad, querido Antonio,
es ahora el símbolo
de aquello que la muerte no arrebata.
Una plaza, un museo, una avenida…
Y esta conversación que nunca cesa.
Nota: Este poema, dedicado in memoriam a Antonio Franco, forma parte de la separata de homenaje que se incluye en el número 10 de la revista SUROESTE.
La fotografía es de mi paisano Lorenzo López Lumeras. Del Guadiana cerca de la frontera. En la zona que llaman "La pesquera".