19.3.12

En vilo

Se cumplen veinticinco años de la muerte del poeta Aníbal Núñez (1944-1987) y, con ese motivo, la Diputación de Salamanca, por empeño de Aníbal Lozano, en la misma colección -la de Autores Salmantinos- que la antología de Ángel Campos, publica su libro Figura en un paisaje y Gormaz a sangre y fuego, número 50 de la misma.  
El editor literario es Tomás Sánchez Santiago, otra conexión, que firma el lúcido ensayo “Del más allá del ver”, donde el zamorano, que fuera amigo del autor de Alzado de la ruina, desentraña algunas claves esenciales de su obra. Una obra, cabe añadir, que crece y crece, tanto en influencia como número de lectores y de estudiosos, y que ya es, por razones poéticas obvias, una de las más interesantes y singulares de la poesía de nuestro tiempo.
“Quien era hasta la obcecación  el enemigo de lo impecable no podía dejar un rastro fácil”, según TSS, una afirmación que, en cierto modo, se vuelve contra él, pues a medida que vamos avanzando a través de sus palabras, tan iluminadoras como certeras, resulta cada vez más sencillo seguir esa pista. Así, cuando constata que su poesía, alejada por completo del “lugar común”, “parece exhalar la resonancia de otro idioma, un idioma distante, que la aparta de toda congregación en torno a lo que pudieran considerarse rasgos comunes de época”. “Material combustible, la obra poética de Aníbal Núñez se mantiene en vilo, frágil y vigorosa a la vez”, más en un “país como este nuestro en el que, para poder acabar desechándolo, lo extraordinario se quiere confundir siempre con lo extravagante”.
Escrito en el autumnus mirabilis de 1974, como otros nueve –entre conclusos y empezados- de los suyos, Figura en un paisaje nació como un desafío entre dos amigos, jóvenes poetas ambos: Luis Javier Moreno y él. Cuenta el primero en su diario que se juntaban en casa del segundo para ojear libros y álbumes de arte del fotógrafo, y padre de Aníbal, José Núñez Larraz. Un buen día surgió “el juego”: lo de escribir poemas “a partir de los cuadros preferidos por uno y otro”. Un juego muy serio, cabe añadir, pues que algunos poemas de los que aquí se vuelven a publicar son, sin duda, de los mejores de AN, que es tanto como decir, como comentaba antes, de la poesía española de la segunda mitad del XX: “Batalla entre Alejandro y Darío en Isso”, “Regreso de los cazadores”, “Vista del jardín de Villa Médicis”, “Le fendeur  de bois”…
Cierra el conjunto “Capitán Hölderlin”, “con toda seguridad el espacio poético menos visitado de toda la producción de Aníbal Núñez”. El libro termina con una sorpresa: la del poema –ilustrado por él- “Gormaz a sangre y fuego”, escrito en 1982, durante una visita del poeta de Salamanca a Burgo de Osma, al instituto donde enseñaba entonces TSS, para hablar, oh casualidad, de pintura.
En el salón de casa cuelga, precisamente, un grabado de Aníbal que nos trajimos hace treinta años de Montánchez. Por eso, lo recuerdo con frecuencia. A él y, lo que más importa, a su poesía, una de las que más admiro y de cuya influencia me gustaría presumir.