Ángel González |
Hubo un tiempo en que Extremadura estaba llena, supongo que como todas las regiones de España, de poetas aficionados, por llamarlos de alguna manera, que se fijaban sobre todo en su terruño para inspirarse. Aquí, los acérrimos seguidores de José María Gabriel y Galán o de Luis Chamizo, dependiendo de la provincia en la que hubieran nacido, si Cáceres o Badajoz; gente que apenas si aportaban nada a la ya larga tradición de la poesía que, en su caso, no merecía casi nunca el noble adjetivo de popular.
Aunque pudiera parecerlo, Et in Arcadia ego? (Santa Cruz de la Sierra), de Antonio Bravo García (1944), publicado por Editorial Dos Soles, incluso tratándose de un libro de factura semejante a la descrita, queda muy lejos de aquellos librejos de infausta memoria. De otra, la de verdad, da cuenta en éste el poeta, profesor de varias universidades (en especial, la de Oviedo), buen conocedor de la lengua y la literatura inglesa, su especialidad, que tras Mitología de cristales negros, donde evocaba su niñez y juventud asturianas como hijo de emigrantes extremeños en la cuenca del Caudal, allá por Mieres, regresa a su lugar natal y, claro está, a la primera infancia, a la familia, y, en general, a toda una vida vinculada a su pueblo, del que nunca se ha sentido desarraigado y al que ha vuelto cada poco. Todo lo contrario, por cierto, que su paisano Francisco Trinidad, autor del epílogo (y del prólogo del libro antes mencionado), que reniega, digamos, de sus orígenes. Dos maneras de entender, o de sentir, el inevitable hecho de ser de aquí y de allí, pero no ser, en realidad, de ninguna parte.
En "Notas sobre una poética", Bravo despliega su amplio bagaje teórico, sus numerosas lecturas (de poesía de todos los tiempos, también los más actuales), y se sitúa en un poesía que, como la ya aludida lírica inglesa, bebe de la meditación, la naturaleza y la naturalidad, si se me permite el fácil juego de palabras. Por eso sus poemas no tienen nada que ver con las antiguallas antes referidas y su lenguaje conversacional sobrevuela la mediocridad, eso que llaman "lo entrañable" y, en suma, el lugar común.
Dividido en diez partes, Et in Arcadia ego? es un libro tan extenso como intenso que cualquier lector disfrutará con gusto y que los vecinos de Santa Cruz habrían de recoger como si de un tesoro se tratara. Por mucho que no deje de ser la creación íntima y particular de uno de sus hijos más sensible e ilustre.